DISCURSO LEÍDO, EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO: LOS PERUANOS. La Historia de la Exclusión Social en el Perú, de CONSTANTE TRAVERSO FLORES.
Local: Auditorio de Bienestar Universitario de la Universidad Señor de Sipán.
Lambayeque, Pimentel.
Presentación del libro:
LOS PERUANOS.
La historia de la Exclusión Social en el Perú
Autor: Constante Traverso Flores
@ Juan Montenegro Ordoñez
USS (Pimentel), martes 15 de noviembre del 2011.
Dignas autoridades que conforman la Mesa de Honor.
Docentes, estudiantes e invitados a está solemne ceremonia de presentación del libro: LOS PERUANOS. La Historia de la Exclusión Social en el Perú.
Sean todos y todas ustedes, ¡Bienvenidos!
En una de sus primeras páginas, leemos lo siguiente: “La nación quechua y el Perú son hijos de los andes, como Egipto lo es del Nilo… Los andes han influido desde siempre en nuestro país para que sea lo que es” (p. 24).
Elegí el texto para encabezar ésta presentación, porque considero que es el eje en torno al cual gira el contenido y la tesis del libro.
Agradezco la invitación para compartir con ustedes una lectura del libro en mención, una visión particular de su contenido, precisamente, construida con esa intención, compartirla hoy día.
¿Por qué una lectura? ¿Por qué una visión particular? Porque todo hecho histórico, toda situación observable desde el ángulo de las ciencias sociales, es susceptible de ser descrita de tantas diversas maneras, como tantos observadores asumen esa tarea. Desde la Escuela de Frankfurt en la Europa de los años 20 del siglo pasado, y el interaccionismo simbólico del norteamericano George Herbert Mead, a inicios del siglo XX, asumimos que la realidad no puede ser conocida, pero sí puede ser interpretada.
Desde ya, advierto, permítanme ustedes, que mi lectura particular de este valioso texto, podría convertirse en una invitación al debate y al disenso, a la discrepancia y a la discusión, por qué no, a la contradicción.
¿Por qué “valioso texto”? Porque detrás de su elaboración y difusión, se agrupan un sinnúmero de factores como el esfuerzo, la perseverancia, la tenacidad, la lucha implacable contra la adversidad y las piedras en el camino. Porque en este país y en este tiempo, publicar un texto como este —y hasta para publicar un simple opúsculo—, se necesita invertir mucho más que monedas y desgastar energías que nos envejecen; se necesita mantener en pie la esperanza, cuidando que no caiga, porque una vez que ella cae, nada se mantiene en pie.
No puedo dejar de señalar su semejanza con textos como el de Peter Klaren, “Nación y sociedad en la historia del Perú” (2008); el de Carlos Contreras y Marcos Cueto, “Historia del Perú Contemporáneo” (2010); el compendio de Carlos Araníbar, “Nueva Historia General del Perú” (1979); el de Franklin Pease, “Breve Historia del Perú Contemporáneo” (1995); incluso con el de Julio Cotler, “Clases, estado y nación en el Perú” (1987).
¿Cuál es la semejanza? A partir de la cronología de hechos históricos, se describen y explican, para concluir en interpretaciones críticas, que aportan nuevas lecturas de los hechos, a fin de enriquecer nuestros conocimientos de los mismos, mediante el debate y la propuesta.
No hay duda que es un texto que nos provee de una mirada a este espacio histórico, geográfico y político, que llamamos Perú. Nuestra patria. Ella, a pesar de todo, tan amada y defendida, pero a veces, tan dolida y ensangrentada, no sólo por contraste de ideas y programas, sino, por contraste de mitos y creencias.
Ésta patria que ha experimentado un largo y a veces muy penoso trajinar a través de ese sinuoso sendero que es la historia de los pueblos. Marchas y contramarchas, paradas bruscas y esperanzas casi agotadas, caracterizan a este país que está a una década de conmemorar el bicentenario del rompimiento de esa ominosa cadena de tres siglos, que maltrataron con suma vileza a sus ancestros, desprendiéndoles sin piedad de ese estilo de vida que los unía eternamente, a este suelo al cual consideraban sagrado.
Y no sólo fue la superioridad de las armas las que nos vencieron, fueron la superioridad de unas ideas, y más que ideas, la superioridad de unas ambiciones y avaricias que en aquel entonces, aun estábamos muy lejos, bastante lejos, de hablar de la humanidad como una sola familia. Constante Traverso, lo describe así: “La conquista del Estado Quechua fue motivada por la avaricia de los españoles para apropiarse del oro de propiedad de los pueblos del Tawantinsuyo”. (p. 74).
No nos cabe duda que las diferencias culturales, han sido siempre el motor de los grandes genocidios que han quedado estampados en la página de la historia de la humanidad, y más que ello, en lo más profundo de las almas de los hombres y de las mujeres que sufrieron en carne propia la insania que constituye toda invasión, toda conquista, toda imposición cultural, todo avasallamiento despiadado de quien cree ser de sangre superior, o de mente insigne.
Obviamente, me puedo permitir considerar que una vuelta a ese pasado que muchos compatriotas consideran —antes que un mito— un sueño alcanzable, se nos presenta como una tarea absurda. Definitivamente, no hay vuelta atrás. Un ideólogo del siglo pasado, habría dicho: “La historia se hace sin repeticiones”.
Pero, Constante Traverso, autor de este volumen de más de 600 páginas, opina lo contrario. No sólo es posible volver a construir ese pasado heroico donde la hermandad y la fraternidad —lo sostienen varios estudiosos—, eran los paradigmas de una convivencia saludable, que ahora nos está costando demasiado construirla; sino, que es un deber con nuestros hermanos —esa indiada diseminada en los andes, escribía Manuel González Prada—, porque ellos y ellas, separados de las buenaventuras que proporciona la vida urbana y tecnológica, son los verdaderos propietarios de esta patria a la que, en los últimos tiempos, nuestros propios gobernantes legítimos, la ofertan al mejor postor foráneo, sin tomar en cuenta los daños que pueden estar causándole.
Escribe, Traverso: “la solución al problema de la exclusión social, que no solamente abarca a los sectores con pobreza y pobreza extrema, sino que incluye un conglomerado mucho mayor… pasa principalmente por que el Estado acepte… formar una nación peruana, mestiza, chola, quechua, criolla, blanca, negra, china, donde todos seamos principalmente peruanos” (p. 301).
No amerita ninguna minuciosidad para concluir que nuestro país, es un país quebrado en mil pedazos. Coincidimos con Basadre al considerarlo una posibilidad; con Macera, una obra inacabada; con Arguedas, el país de todas las sangres; aunque ahora nos parezca el país de todas las peleas, de todas las discrepancias, de todas las fronteras, de todas las exclusiones.
Traverso, nos presenta una visión que a la vez es una crítica aguda al estado calamitoso de su cultura política, cuando escribe que “En lo político, en lo social, y en lo económico no hemos avanzado de la misma forma que en lo cultural; porque la clase política de la nación dominante es excluyente” (p. 300); pero también nos proporciona una esperanza que podría aproximarse al mito.
Volver a los tiempos donde quechuas, aymaras y otras sociedades nativas prehispánicas, convivían sin agredir al ecosistema y sin sembrar fronteras inhumanas que todo lo distorsionan, intoxican y envenenan.
Pero la construcción de este nuevo tiempo y espacio, de este nuevo país, implica una decisión política capaz de provocar un cataclismo que haga temblar la supuesta estabilidad económico-monetaria que hoy en día, parece haberse logrado. Hasta podría ser una decisión política que se estrellaría con toda noción de modernidad y postmodernidad.
“Es necesario modificar la actual Constitución y refundar un nuevo estado peruano, que se caracterice por ser inclusivo, que determine una nueva demarcación del Perú” (301), dice el autor. Y aclara que este nuevo Estado, será “en base a las sociedades, quechuas, aymaras, chancas, huaris, moches, cañaris, carales y otras sociedades prehispánicas” (301-302).
Sin embargo, la propuesta no presume de novedosa. Desde los poderes legítimos de nuestro Estado actual, también se han escuchado voces similares, sobre la aprobación de una nueva Constitución, justificándose en el hecho que la actual estructura jurídico-política, prioriza las inversiones extranjeras, menoscabando la libre voluntad de los pueblos y comunidades, constituyentes de esa nación que el autor denomina “dominada”.
Precisamente, leyendo el libro, encontramos dos términos que coexisten confrontacionalmente: “nación dominada” y “nación dominante”.
Para Traverso, la patria peruana “la integran dos naciones distintas, la india y la blanca, separadas por disímiles costumbres, usos, creencia religiosas, idiomas, tradiciones, sociedades y perspectivas” (p. 85).
Obviamente, la dirección de la historia es no sólo sinuosa y agreste. Es impredecible, incierta, muchas veces, engañosa.
No obstante, con intervención deliberada del hombre o no, las páginas de la historia se voltean bruscamente, dejándonos añoranzas y pérdidas eternas. Ahora, medio milenio después de la llegada de los europeos, con sus espadas y sus cruces, y casi a dos centurias de su desalojo con heroicas batallas y gritos de libertad, este país continúa nutriéndose de sueños y posibilidades, de esperanzas y firmes decisiones, de ensayos y tropiezos.
Un país dividido al extremo de mostrarnos sus más profundas fracturas en medio de tanta nostalgia y afán por ensayar nuevas alternativas para consolidarlo y terminar de construirlo. Quizá no lo logremos; quizá, sí.
El texto, acerca a nuestros ojos lo que considera la evidencia de la exclusión, tantas décadas, incrustada en esta patria que nos resistimos a dejarla en manos de depredadores porque aun la sentimos nuestra. Y no habla de un solo tipo de exclusión social, habla de tres tipos: “Exclusión social, (exclusión) política y (exclusión) económica”.
Ésta exclusión se manifiesta en el analfabetismo, en la deficiente estructura urbana, en los servicios básicos deficientes, en la representación política inequitativa, en la presencia de subempleados y desempleados, en la masa de los comerciantes informales, en las condiciones de pobreza y extrema pobreza que padece gran número de compatriotas; así lo entiende y describe Constante Traverso.
Un autor que no se queda con sus ideas y propuestas, encasillado en su limbo individualista y egoísta. Se preocupa por compartirlas, logrando difundir su pensamiento.
Es precisamente un espacio como este, la universidad, donde suponemos y hemos apostado por ello, que el cultivo de la libertad de pensamiento y la promoción de la libertad de opinión, pueden dirigirnos a la búsqueda de nuevas soluciones que de una buena vez, exterminen la inmensidad de problemas agobiantes hasta la desesperación y el desmayo, presentes en nuestro país que no cesa en su lucha a favor de la integración y la interculturalidad.
Un país como el nuestro, tan complejo y diverso, tan fragmentado y pujante, tan despierto y tenaz, capaz de superar toda adversidad y avasallar todo pesimismo; es un país que se muestra ante todo individuo con la inteligencia y la firmeza ideológica de Constante Traverso, en un desafío y en un aliciente para continuar en la brega de fundarlo una y otra vez, hasta que se muestre como un país digno de su gente y de su historia.
Pero el autor deposita su fe en las milenarias naciones prehispánicas como la base para la construcción del nuevo país. “El pueblo quechua, o el pueblo andino o la nación dominada ha demostrado en estos últimos quinientos años, que su particularidad cultural es absolutamente compatible con la modernidad” (302), enfatiza en una de sus páginas. Sólo así, prosigue, uniendo esas naciones y dándoles autonomía e independencia política y económica, mediante un verdadero proceso de descentralización y regionalización, se “Garantiza la unidad, la soberanía, la paz, la inclusión social, el crecimiento y el desarrollo económico” (302).
No nos equivocamos si consideramos que la democracia —aunque Anthony Giddens diga que es un tema espinoso pretender definirla—, se ha convertido en el último de los dogmas que pocos o casi nadie se atreve a cuestionarla. Pero Traverso, sí se atreve: “No podemos decir que en el Perú practicamos la democracia, si el Estado mismo es excluyente, cuando hay pueblos que se les margina por su cultura y su lengua” (p. 303), afirma.
Lo que para algunos, o para muchos, es democracia lo que vivimos en nuestro país; para Traverso, no lo es. Él amplía el término, la noción, la acepción. Va más allá de la común acepción de considerarla como la simple elección periódica de gobernantes, mediante el sufragio universal.
Si juntamos todas estas frases y fragmentos textuales, y las colocamos bajo una lupa, podría parecer que Constante Traverso es un incendiario o conflictivo que lo único que le apasiona es la confrontación y el desorden, el caos y la violencia. Pero no es así. En su afán por presentar una alternativa de solución al inhumano fenómeno de la llamada exclusión social, lo que busca, lo que en el fondo quiere, es “evitar que grupos demenciales y violentistas nos lleven a un enfrentamiento sangriento como el que nos tocó vivir” (p.17); aquí alude al conflicto fratricida que padecimos en las últimas décadas del siglo XX, que aún parece merodear como un fantasma, tocando heridas todavía abiertas.
Tampoco asume una postura en contra de la globalización; sino que propone incorporarle otras características que facilite la convivencia entre seres humanos iguales. “Nosotros pugnamos por una globalización donde en primer orden esté el cumplimiento de los derechos humanos, con una justicia globalizada, una globalización de derechos económicos y sociales, donde haya respeto al hombre y a la mujer; y donde primen también los derechos ecológicos, defendiendo el modelo democrático”. (496), señala Traverso.
Globalización y democracia, entonces, son términos que en éste texto, el autor les otorga nuevas dimensiones que los acerca más a esa gran masa de seres humanos excluidos que conforman la “nación dominada”, para que tengan la oportunidad de incluirse y ser beneficiarios de los aportes de la tecnología, de la interculturalidad y de un mundo sin fronteras.
Queda pues, a merced de todo lector, este volumen con abundante información, y una visión crítica de la historia de nuestro país, acompañada de una propuesta de solución a ese mal endémico llamado “exclusión social”.
Queda este texto también, a merced de todo joven estudiante interesado en nutrir su formación académica, profesional, y personal. ¿Y por qué no? A cada docente que día a día convierte el aula en un espacio de libre intercambio de información y puntos de vistas, facilitar y promover la lectura analítica y crítica del texto que en esta mañana, ha sido el pretexto para compartir algunas ideas que en sus páginas pueden encontrarse.
Una vez más, nos compete a todos los peruanos y peruanas, en calidad de lectores, agradecer a Constante Traverso Flores, por su hidalguía, esfuerzo y valor, y por la audacia de presentarnos el producto de su capacidad académica e intelectual, y por la energía y transparencia que acompaña y transmite en cada una de sus páginas.
¡Muchas gracias!
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