domingo, 10 de octubre de 2010

VOX POPULI, VOX DEI

Más de seis millones de nuevos electores (en relación a la última elección general del 2006) figuran en el padrón electoral aprobado para el proceso regional y municipal del domingo 03 de octubre, que nos ha dejado el agrio sabor de la euforia ciudadana y el intragable sabor del bombardeo proselitista, con su empalamiento publicitario, desordenado y caricaturesco, que ahora toca a los vencedores, nuevamente, higienizar la ciudad.
Según datos de la ONPE, más de 19 millones y medio de ciudadanos y ciudadanas estaban habilitados para elegir a sus gobernantes municipales y regionales (dentro de ellos, 166,335 son miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional), distribuidos en más de 100 mil mesas de sufragio; no obstante, hasta el cierre de la presente edición, el organismo electoral reportaba un ausentismo a nivel nacional cercano al 15 por ciento.
Desde sus inicios, podía verse, una oferta electoral sobrecargada de semblantes sonrientes y promesas variopintas que ansiaban conquistar la simpatía de un electorado cada año más impredecible y desencantado, como desinteresado con todo aquello que tenga que ver o huela a “política”. Aún así, el afán de poder y la gloria de la victoria, paralelo al fantasma de la derrota o la indiferencia ciudadana, no amilanaron a ninguno de los contendientes, a pesar de unos sondeos de opinión, para muchos, absolutamente desalentadores, a pensar en la retirada.
(Un estudio cuantitativo que se realizó para el JNE, días antes del 3 de octubre, sobre el perfil del elector peruano, concluye que sólo el 8% de los ciudadanos tiene mucho interés en política. El 40% se interesa en ella sólo cuando hay elecciones. En cuanto a la percepción de progreso del país, sólo el 29% dice que está progresando. La corrupción y las coimas, son los principales problemas del país, señala el 52% de los encuestados; mientras que sólo el 26% se declara simpatizante de algún partido. Y lo más impactante, el estudio revela que preferimos el orden a la libertad: 49% y 41%, respectivamente).
La fiesta terminó, convirtiendo a muchos sueños en pesadillas, y a muchas pesadillas en una realidad inaceptable e indeseada. Es el caso del distrito de Pátapo, en la provincia de Chiclayo, donde las elecciones han sido anuladas, gracias a la intervención de una turba de vándalos que, por su proceder, podemos deducir que conciben a la voluntad ciudadana como una cosa que puede ser arrebatada con gritos de batalla, improperios e insolencias. Lo lamentable de tan repudiable osadía resulta la inacción de algunos aspirantes a la representación política, o quizá, la complicidad de alguno de ellos, no preparado para la derrota ni apto para asumir que en democracia, hasta los conflictos, obedecen a normas ya establecidas. Similares situaciones se vivieron en Ucayali, Viques (Huancayo), Cujillo (Cutervo), Bellavista (Jaén), Ancash y Arequipa.
Hablando de pesadillas, en el norte peruano, el comportamiento electoral expresado a través del sufragio, ha resultado una dura lección o un samaqueo inolvidable para el partido político gobernante —el más senil de la república—, al no obtener el sillón municipal provincial de Trujillo, Chiclayo y Piura. Es decir, en el norte, la estrella continental ha sido eclipsada por la emergencia y arremetida de otras centellas que ya osan amenazar con conquistar el ambicionado sillón de la “Casa de Pizarro”, en las generales del 2011. El triunfalismo, sumado a la ambición, tiende a enmarañar nuestras perspectivas.
En la provincia de Lima, la historia es otra. No sin antes considerar que el género, definitivamente, no hace la diferencia a la hora de competir por el poder; más aún, un poder donde está de por medio recursos públicos en cantidades tentadoras. Se ha evidenciado, que en la lucha por el poder político —local, regional o nacional—, la naturaleza humana es una sola. Las actitudes particulares dan paso a la emergencia de una naturaleza humana catapultada por la educación y el culto a la “decencia”, pero no eliminada. Definitivamente, los humanos no estamos hechos para la derrota. Menos aún, si se ha invertido hasta lo que no se tiene, por alcanzar la victoria.
Susana Villarán y Lourdes Flores, se han convertido en los íconos, no sólo del ingreso del género femenino a ese antro difuso y poco iluminado de la competencia político-partidaria en nuestro país; sino, de una clara lección que nos ha despejado las dudas respecto a que el maquiavelismo no es exclusivo del mundo masculino. En cuanto al conteo de los votos, al 73,8% de las actas (faltando todavía contabilizar 8,238 actas electorales observadas y 146 impugnadas, en manos del JNE), Villarán obtenía el 38,5%; y Lourdes, el 37,6%. Las décimas y las unidades, minuto a minuto, causan escalofríos en los actores involucrados fervientemente en la contienda. Ello no pasaría de ser un espectáculo cinematográfico, sino fuera por el fantasma del “fraude” en el conteo oficial de los votos, que algunos han resucitado e insinuado sostenerlo si es que las cifras oficiales al 100%, les resultan desfavorables. (A nivel nacional, 1’620,043 electores, anularon su voto u optaron por la opción “blanco”; en Lima, fueron 325,933).
Pero Villarán con esos aires triunfalistas que le aportaron los sondeos a boca de urna, agradece a las personas que le dieron su voto, pero aseguró que gobernará para todos. Mientras que Lourdes, con una permanente sonrisa, dijo que “la verdad es la verdad” y que el ganador se conocerá después del conteo del último voto; sin embargo, sean cual fuere los resultados, ella los reconocerá, porque en democracia hay ganadores como perdedores.
Un dato interesante en la provincia de Lima, respecto a los ciudadanos habilitados para sufragar, es que las mujeres (3’005,724) superan a los hombres (2’896,451) en 109,273. Definitivamente, las mujeres definirán a la ganadora entre las dos candidatas más votadas, en esta provincia. En este caso, puede sostenerse que el machismo —tan nocivo como el feminismo—, aún presente en nuestro fragmentado país, ha jugado un papel secundario. (¡Ojo!, que el machismo está presente no sólo en las actitudes masculinas; también, en las femeninas. Quizá, más en éstas que en aquellas).
La existencia de actas electorales perdidas (ya sea por error de los responsables de su traslado o por otros motivos que tendría que averiguarse) y otra gran cantidad de actas observadas (por falta de firmas o huellas digitales de los miembros de mesa, por la existencia de “error material”, o por falta de claridad en las marcas realizadas por los electores), anunciado por Magdalena Chu, jefa de la ONPE, son factores suficientes que inducen a algunos sectores de la ciudadanía en general o de algunos grupos militantes y simpatizantes en particular, a pensar y dar vida a ese fantasma del “fraude electoral”, en el cual estarían implicados, sostienen los dudosos, miembros de los organismos electorales o militantes de las agrupaciones contendientes, en un endemoniado contubernio.
Evidentemente, la transgresión es un fenómeno omnipresente en nuestra sociedad. Sin discriminar estratos socioeconómicos y diferencias ideológicas, se inmiscuye para perturbar y terminar de resquebrajar aún más las fragmentaciones históricas de nuestro país. Y en un proceso electoral, en el cual se evidencian nítidamente las diferencias culturales —por utilizar un solo término— en dimensiones colosales, se espera de los actores electorales a quienes les compete mostrar imparcialidad y practicar la transparencia —esto es, ocultar sus inclinaciones ideológicas, guardándose de manifestarse a favor o en contra de los contendientes— que, en realidad, lo hagan. Por ejemplo, cuando el jefe de estado expresa que le gustaría que gane la opción más conveniente, o cuando el alcalde de Lima confiesa públicamente que le gustaría entregar su cargo a quien esté dispuesto a continuar su obra; son situaciones que poco contribuyen a la promoción y manutención de la transparencia en el proceso; más aún, cuando los organismos electorales responsables del conteo de los votos, están expuestos a una opinión pública y a un electorado, cada año, más desconfiados y menos esperanzados en una mejora de nuestra convivencia civilizada. Un electorado más propenso a lanzar la primera piedra que al mea culpa… ¿Vox populi, vox dei?

No hay comentarios:

Publicar un comentario