Izquierda y derecha
son aún términos muy utilizados en contiendas proselitistas. Y en el centro de
ellas, aparece otra, utilizada hasta el hartazgo: “pueblo”. A primera vista, y
debido a la educación empírica e inevitable influencia de los medios
informativos, sugiere que la primera, la izquierda, está a favor del pueblo, y
la segunda, la derecha, en contra. La primera, defiende y protege los derechos
del pueblo; y la segunda, los carcome, expolia y basurea.
De esta
manera, la política proselitista, aparece como una reyerta bicolor y bipolar,
sin términos medios. Izquierda o derecha, blanco o negro, bueno o malo, popular
o impopular. La primera, es la ideología de los pobres, y la segunda, de los
ricos. Entonces, ricos y pobres, aparecen acompañando a la izquierda y derecha,
a los defensores del pueblo y a los enemigos, en fin.
En suma, el
de izquierda, es amigo del pueblo; y el de derecha, enemigo. Siendo así, el lío
de las izquierdas y las derechas, se reduce a una jugarreta bizantina de verbos
abstractos sin más norte que el de inducir a comportamientos y conductas sin
mayores móviles que las propias emociones.
Por lo tanto,
nadie se permite la gentileza de compartirnos una definición precisa de “pueblo”.
¿Qué es el pueblo? ¿Quién es el pueblo? ¿Dónde está el pueblo? ¿A qué se
dedica?
Para algunos,
pueblo es sinónimo de pobre. Entonces, todo pobre, es el pueblo. Pero pobreza,
es también un vocablo difícil de consensuar su significado.
Para otros,
pueblo es sinónimo de gobernado. Entonces, todo aquel que no está en el poder,
o no ha sido elegido para ocupar un cargo público, es el pueblo. Así, los
empresarios que no ocupan cargo público, serían parte del pueblo.
A manera de
conclusión, izquierda se vincula también a la idea de construir un Estado
paternalista; mientras que a la derecha, se la vincula a la idea de un Estado
mínimo, un simple recaudador y administrador de los impuestos.
Y mientras no
nos ponemos de acuerdo en las definiciones de izquierda y derecha, tampoco se
detiene la pugna verbal y las reyertas –con el cruce de insultos y amenazas de
por medio- entre ambas o entre quienes se consideran pertenecer a uno u otro
ícono de nuestra política variopinta. Sin embargo, en ambos grupos, podemos
hallar los matices propios de nuestra humanidad –y peruanidad-. Las diferencias
son mínimas, o casi invisibles.
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