lunes, 30 de marzo de 2009

ALUMNO Y PROFESOR: DOS ENTIDADES DIVERGENTES

El conflicto es natural y hasta necesario en todo grupo humano, a fin de lograr, entre otras cosas, su consolidación como tal. Ello, en la época actual es ya indiscutible. Pero en la escuela, subsisten conflictos que opacan la consecución de sus objetivos y convierten su razón de ser en mera literatura. Los conflictos que en ella se dan lugar, la desnaturalizan y la sumergen en un mundo incomprensible y hasta ajeno a sus intereses y funciones encomendadas. Los agentes educativos que integran una escuela son diversos e interactúan permanentemente en una red poco compleja y susceptible a la mirada de todo ojo avizor. Estos agentes educativos pueden reducirse en solo dos y son los que encarnan y dinamizan su espíritu académico. Ellos son, el alumno y el profesor. Estos agentes constituyen dos entidades totalmente divergentes, cada uno de ellos vive y crece en su propio mundo, y solo se acercan de vez en cuando y parecen concordar en objetivos compartidos cuando la sociedad les exige, a cada uno de ellos, esforzarse en el cumplimiento de sus funciones que se les ha señalado, a fin de evitar el colapso institucional. Como por ejemplo, el alumno llevará tarea a la casa, dará exámenes periódicos, leerá o estudiará textos educativos de acuerdo al grado de estudios que curse, y otras actividades propias de un estudiante. Rendir un examen y obtener un calificativo, es tarea del alumno; otorgar información y evaluar el procesamiento cognitivo e intelectual, es tarea del profesor. Estas actividades se resumen en la llamada “libreta de notas” o algo parecido. Mientras este objeto pueda ser mostrado por el alumno cada fin de año lectivo, favorable o no para él, la escuela ha cumplido su papel. Así se cree, así se considera, así la sociedad ve compensada sus expectativas en calidad de soberana y centinela del crecimiento de las nuevas generaciones y supervisora de las tareas que cumplen las instituciones educativas. Pero la divergencia entre alumno y profesor no desaparece a pesar del intercambio constante de ideas, conocimientos, experiencias y aspiraciones entre uno y otro, como parte de ese complicado proceso que constituyen la enseñanza y el aprendizaje, en la educación formal. El alumno busca y espera oportunidades que le proporcionen satisfacciones diversas a través de la obtención de información nueva de acuerdo a sus necesidades inmediatas. El profesor, parece detenerse en el desarrollo de “clases” en base a una directriz o texto sugeridos por las autoridades educativas y otros entes competentes. Los ojos del alumno y del profesor están puestos en blancos diferentes y hasta opuestos. El alumno espera ser invitado a expresarse libremente y a recibir la información que él elija a propia voluntad. El profesor, espera que el alumno se limite a tratar la información que recibe de sus manos y a destinar el tiempo de permanencia en la escuela en tareas impartidas y señaladas con anticipación. El alumno espera no ser juzgado ni subestimado por las opciones que elija a merced de sus intereses y habilidades propias e inherentes a su naturaleza particular. El profesor espera y se esfuerza en “formar” alumnos en serie y que no se atrevan a conocer ni a tratar información no consentida en el currículo. Estas situaciones otorgan a la relación alumno-profesor, la cualidad de divergencia y no complementariedad, y convierten a una institución educativa en una entidad desencajada de sus clientes y no conectada con el devenir de los tiempos tan cambiantes. Y si el alumno encuentra en la escuela un mundo ajeno a sus expectativas y necesidades inmediatas, actúa mientras permanezca en ella, y fuera de ella, se permitirá revelar su integridad si temor a sanción o evaluación alguna. La internet es una realidad que le facilita recrear un mundo a su medida, en el cual, ni siquiera la familia juega un papel importante. El docente, a su turno, considerará la irresponsabilidad de un alumno, una situación ajena a su papel académico. A estas alturas, la escuela ha perdido legitimidad y ha sentado bases para la emergencia de modelos alternos a su modo de operar. (Artículo que publiqué en la página editorial del diario La Industria de Chiclayo, el día 10 de febrero de 2006.)

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