lunes, 30 de marzo de 2009

ESCUELA, FAMILIA Y SOCIEDAD

Consideramos que la escuela es un pasaje necesario e ineludible que transitamos desde la familia hacia la sociedad. Aquí nos quedamos hasta el fin de nuestros días, autososteniéndonos, debido a que la escuela a cumplido su papel: Prepararnos para el largo trajinar de la vida social. Concebir todo ello, nos hace suponer que tanto la familia como la escuela, son una no-sociedad. Tácitamente concebimos que la familia y la escuela son instituciones divorciadas de la sociedad, son ajenas a ella y no las une ningún tipo de relación. Ello, evidentemente, es absurdo. Escuela y familia, no solo son parte de la sociedad, sino que la expresan, la evidencian y la sostienen indefinidamente. La sociedad es un todo y en ella se aglutinan y se fusionan todas las expresiones de la vida humana, sin excepción alguna. La familia es la sociedad en sí misma, igual que la escuela. He allí la complejidad para explicar el papel de la familia y de la escuela en el proceso de socialización. Otorgar a una de ellas, discriminando a la otra, la mayor responsabilidad en tan complicada y casi ininteligible tarea, es injusto. Si concebimos que la educación de las jóvenes generaciones, nos es otra cosa que la transformación del salvaje en civilizado, esto es, constituye un proceso de domesticación y amaestramiento (quitando lo peyorativo que pudieran connotar tales vocablos), a fin de que el sujeto sometido al proceso, consienta, practique y reproduzca las normas sociales a favor de una convivencia pacífica (como corresponde a nuestra cultura); entonces, ninguna institución es mayormente responsable de los resultados del proceso. Nos referimos, en todo caso, a una corresponsabilidad. Si las jóvenes generaciones revelan una escandalosa deficiencia en su proceso de inserción a la sociedad, expresan una rebeldía y escasa o nula observancia a la normatividad social, o expresan una contracultura o la pertenencia a una sociedad paralela, totalmente reticente o contraria a aquella que la engendró; entonces, la responsabilidad —porque, obviamente, hay responsabilidad y responsables— es de la sociedad en su conjunto. Nadie ni ninguna institución está exenta de responsabilidades. Otorgar la mayor o única responsabilidad sólo a la escuela o sólo a la familia, o ambas, es una actitud insensata y que contribuye a la continuidad del problema y no a su solución. De ninguna manera, la escuela es una no-sociedad, como tampoco lo es la familia. Están insertas en esa compleja red de interactuaciones, sucesos y fenómenos que denominamos “sociedad humana”. Y en la tarea de construir una sociedad, todos cooperamos, concientemente o no. En consecuencia, las instituciones educadoras no son solo la escuela y la familia por antonomasia; son todas las instituciones que operan en la sociedad. Es la sociedad en su conjunto, es ella en su totalidad, es ella la llamada a responder por las deficiencias habidas en el proceso educativo y socializador de las jóvenes generaciones, y de las adultas también. En otro tono, es la iglesia, es la empresa, es la prensa —en todas sus presentaciones—, es toda organización o mecanismo administradores de información, es el grupo de amigos, es el vecindario, es el callejón, es la autoridad —sea cual fuere el mecanismo por la que fue elegida—, es el transportista, en fin. La educación es tarea de todos, es responsabilidad compartida. Así, pareciera que si todos son responsables, nadie lo es. Obviamente, por comodidad podría expresarse esta sinuosa justificación. Sin embargo, no podemos negar que en cada institución el responsable es quien asume la dirección o representación de ella. Responsable es quien asume la toma de las decisiones. Son los representantes de cada institución los llamados a proponer, urgentemente, reuniones concertadas a fin de construir alternativas dirigidas a tratar el problema y a solucionarlo. Y no podemos esperar más. La infesta de nuestra sociedad por parte de la emergencia de antivalores, anuncia su inesperado colapso. (Artículo que publiqué en la página editorial del diario La Industria de Chiclayo, el día 15 de febrero de 2006.)

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