lunes, 30 de marzo de 2009

EL AULA, ESE IMPORTANTÍSIMO PEQUEÑO ESPACIO

Después de la familia, es en un salón de clases donde pasamos casi el primer tercio de nuestras vidas. Recuerdos, vivencias y nuestras primeras experiencias pertenecen a esos años, ahí es donde la convivencia adquiere para nosotros una importancia inolvidable. Puede discutirse, obviamente, que dentro de los agentes socializadores, le compete a la escuela asumir la mayor responsabilidad en la formación de los nuevos ciudadanos e individuos que tomarán en sus manos el rumbo del país. En una sociedad globalizada por la mundialización de los medios de comunicación e información, principalmente, puede percibirse una corresponsabilidad en ese complicadísimo e infinito proceso de socialización: familia, escuela, empresa, iglesia, medios de información (incluida Internet) y otros, son igualmente responsables en la formación de las nuevas generaciones, y por ende, en la construcción y reconstrucción de una nueva sociedad. Aun así, es a la escuela a quien señalamos cuando detectamos una deficiencia o fracaso en la socialización de las nuevas generaciones. Cuando tratamos de explicar el pandillaje, por ejemplo, pensamos en primer lugar en la escuela, y la vemos como una institución que no ha cumplido su papel como esperábamos, incluso, muchos de nosotros la consideramos una institución fracasada. Peor aún, cuando sabemos que gran porcentaje de la ciudadanía prefiere una tiranía o cualquier otra forma de gobierno, a la democracia. Podría ser, evidentemente, que hasta hoy, no hemos logrado concebir a la democracia en su real dimensión, entre otros factores. No obstante, la educación formal recibe el mayor peso en la educación y facilitación de los aprendizajes en las nuevas generaciones. Siendo la escuela, una institución formal y que ha logrado crear inmensas expectativas en las familias, queda como la institución responsable en la construcción de una sociedad pacífica y de bien. Siendo el aula de clases, un espacio donde reproducimos y aprendemos actitudes y comportamientos socialmente aceptables o repudiables, se convierte para nosotros en un espacio que legitima cualquier otra forma de conducta que más tarde asumiremos en otros espacios y quizá, de mayor importancia en la continuidad de una sociedad cada día más humana. Desde esta óptica, podemos preguntarnos, ¿cómo esperar a que los ciudadanos de ahora prefieran a la democracia y luchen y apuesten por ella, día a día, si ayer cuando eran alumnos, convivieron y fueron obligados a aceptar una convivencia nada democrática y hasta antidemocrática, en el aula? No podemos olvidar esa imagen del docente dictador y autoritario que imponía sus decisiones en el aula, haciendo del aprendizaje, un proceso tedioso, irracional y muchas veces abusivo. Ese docente que hacía gala de un sinnúmero de privilegios (podía llegar tarde al centro educativo y no le pasaba nada, podía comer en horas de clase, podía faltar a clases, etc.) y que en muchas otras oportunidades olvidaba su papel docente y asumía papeles de comerciante y mercader de notas y calificaciones, al mejor postor. Un docente que rechazaba la libre expresión y sancionaba todo pensamiento diferente al suyo; un docente que creía saberlo todo, pero a la hora de hacer frente a la heterogeneidad que —tímidamente y en un muy contadas y efímeras ocasiones— aparecía en su hora de clases, denotaba una mediocridad que se expresaba en imposiciones autoritarias y absolutamente nada democráticas. Afortunadamente, ahora con el nuevo enfoque pedagógico, se pretende acabar con ese pasado educativo repudiable y aberrante, que buscaba tontamente, formar ciudadanos en serie y uniformar el pensamiento humano. Contradicción cómica cuando nos quejamos de una ciudadanía inmadura y vulnerable que no se pronuncia cuando la democracia se ve amenazada por fantasmas que creíamos inocuos. La escuela, sino sólo ella, sin embargo, la responsabilidad histórica que tiene a cuestas, es grande cuando la desidia aflora en la ciudadanía frente a situaciones críticas para la democracia y para el futuro de nuestro país. (Articulo que publiqué en la página editorial del diario La Industria de Chiclayo, el día 15 de noviembre de 2005.)

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