miércoles, 12 de mayo de 2010

LOS TORTUOSOS SENDEROS HACIA EL PODER

Evidentemente, la asunción al poder señala derroteros inciertos que impone enormes desafíos a quienes se atreven a recorrerlos y demanda de ellos y ellas, una voluntad indeclinable, una fortaleza sobrehumana y una inteligencia y manejo de información admirables. Adjetivos aceptables y dignos de cultivar y delegarlos a las generaciones venideras; sin embargo, en la práctica proselitista, en la perturbada lucha por el poder, implican actitudes y acciones que resquebrajan patrones éticos socialmente aceptables. Sabemos que las estrategias a seguir son maquiavélicas y se subordinan a la conquista de prosélitos, simpatizantes, aliados y amistades que faciliten el logro de los objetivos. En el aspecto electoral, como corresponde a cualquier democracia moderna, se trata de adentrarse en el fragmentado mercado ciudadano y ofertar servicios, ideas, pensamientos y posibles realidades futuras que coincidan con las que el nicho de mercado seleccionado sostiene, sugiere, muestra o pide. Aun, a sabiendas de lo imposible que resulta el cumplimiento de muchas de las promesas, el aspirante al poder, las repite y sostiene sin descaro alguno. La demanda electoral —imbuida de legítimas necesidades postergadas e ignoradas, no por ello, colmadas de sentimientos y resentimientos—, es tan persistente e impertinente que difícilmente puede obviarse a riesgo de perder su atención y consiguientemente, su consideración a la hora de recibir su respaldo popular. Las estratagemas, las alianzas y pactos bajo la mesa, negociaciones diversas e inconcebibles, fluido intercambio de información, inteligencia y contrainteligencia, a cualquier precio, son recursos necesarios y de mucha ayuda para quienes pretenden tomar el poder por medio del respaldo popular y a través del sufragio universal. El desafío es conquistar simpatías de un electorado complicadamente heterogéneo y dueño de cosmovisiones opuestas, e incluso, irreconciliables. Las costumbres, las tradiciones, la cultura toda (creencias, temores, aspiraciones, sueños y fantasías, etc.) que expresa y forma parte de una determinada sociedad a la cual queremos persuadir, convencer y conmover para que incline su respaldo masivo a nuestro favor, se convierte en un factor ineludible que necesitamos conocer profundamente y poder adentrarnos en sus complicadísimas redes interpersonales e interinstitucionales y salir airosos. Movernos entre los diversos elementos de una cultura determinada y convertirnos en parte sustancial de ella, ser aceptados y admirados, reconocidos y compensados, logrando nuestros objetivos, paso a paso; es lo que se denomina: moverse como el pez en el agua. Y todos los senderos hacia el poder están constituidos de arenas movedizas, fangos y puentes quebradizos, muros de contención y pisos resbaladizos, y nos ofrecen inesperadamente ilusiones y alucinaciones. Tortuosas rutas y sinuosas direcciones. Es el arenal político, como algunos suelen referirse al quehacer proselitista con ansias de conquistar el poder. Y si la guerra es la continuidad de la política con otros medios, como se refirió el general prusiano Clausewitz, podemos parafrasearlo refiriéndonos a la política, como la expresión de una guerra sin el uso directo de armas mortales, donde el medio fundamental no es matar vidas, pero sí, ideas, ofertas electorales, programas de gobierno, gestos, frases, actitudes, en fin, todo lo que pertenezca y muestre el contendor. El poder es tentador, como lo son sus retorcidos caminos, así como los instrumentos, estrategias y tácticas que se nos presentan con la promesa de facilitarnos su conquista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario