miércoles, 26 de octubre de 2011

SE LEVANTA EL TELÓN


Podría decirse que desde la difusión por parte del Presidente del Congreso, Daniel Abugattás, de la nómina de parlamentarios con procesos judiciales, pasando por la participación en calidad de testigo del ex presidente Alan García en el proceso judicial sobre el “faenón” de los petroaudios, incluido el chuponeo y el “paseíto” culinario de Alberto Químper por el distrito de San Isidro (violando toda norma del “arresto domiciliario”), hasta llegar al carga montón lítico contra Omar Chehade, congresista y segundo vicepresidente de la República, se ha levantado el telón de la dramaturgia nacional donde nuestros representantes y autoridades políticas son los protagonistas, y el guión de fondo, girando alrededor y ritmos de la corrupción.
Espeluznantes e increíbles —aunque muy poco originales— acusaciones y recusaciones, dimes y diretes, en todas direcciones y desde cualquier esquina, han capturado la atención nacional a menos de los primeros 90 días del nuevo gobierno que se debate entre los sueños y la realidad, o entre la afinidad y la consanguineidad.
La espectacularidad de la actual función no deja lugar a la envidia. Por ejemplo, si el anterior Congreso presentó sus papeles estelares de “come pollo”, “el acuchillado”, “robaluz”, “plánchame la camisa”, “roba agua”, etc.; el actual tiene lo suyo: “come oro” y “roba cable”, hasta el momento, en los casi tres meses de gobierno legislativo que ha transcurrido.
La retahíla de los delitos por los cuales cerca de dos decenas de nuestros parlamentarios están respondiendo en los tribunales de justicia, son tan pintorescos como para satisfacer a un público bien exigente.  Desde difamación (José Manuel Gutiérrez), falsedad ideológica (Mariano Portugal, Alejandro Yovera, Víctor Crisólogo Espejo, y Vicente Zevallos Salinas) y daño ambiental (Francisco Ccama Layme y Eulogio Romero Rodríguez), hasta lavado de activos (Carlos Bruce, Humberto Acuña y María Madalena López), proxenetismo (Néstor Valqui Mattos) y homicidio calificado (Wilder Ruiz Loayza).
Daniel Abugattás, esforzándose en no revelar ninguna actitud hepática, se permitió un mea culpa porque considera que ya dejaron de ser neófitos en el tema, para pasar a ser veteranos y expertos en el teje y maneje de la política representativa en el país, de tal manera que semejantes desatinos o negligencias, por utilizar un eufemismo, ya no resiste ninguna disculpa o explicación que los exima de responsabilidad.
Porque al parecer, aparte de ser el país que ocupa el primer lugar en el mundo en exportación de cocaína, noticia nada grata para el Premier Salomón Lerner, podríamos estar aproximándonos al segundo lugar en el mundo en el descubrimiento y ventilación de casos de corrupción que se resisten a todo plan y programa implementado para combatirla y arrasarla de una buena vez de nuestra cultura política y hasta de nuestra convivencia ciudadana.
Omar Chehade, Congresista de la República, y también elegido por voluntad popular para hacerse cargo del despacho de la Presidencia de la República en los casos que la ausencia del Presidente (Ollanta Humala) no pueda ser cubierta por la Primera Vice-Presidenta (Marisol Espinoza Cruz), de acuerdo al artículo 115º de nuestra Constitución Política; ha saboreado una de la cenas más caras de toda su vida, a un par de meses de la cena navideña.
La acusación contra Chehade es de “tráfico de influencias”. Participó de una cena con los generales de la Policía Nacional Raúl Salazar Salazar y Abel Gamarra Malpartida, además de su hermano (Miguel) y un amigo suyo (Miguel José María León Barandiarán). Según Yehude Simon, Chehade es “un hombre honrado”, y está seguro de ello. Aún así, dijo Yehude, es su deber “ponerse a disposición de la comisión para ser investigado”.
Si bien “Todos los funcionarios y trabajadores públicos están al servicio de la Nación” (artículo 39º, CPP), pero si la nación —beneficiaria y receptora de los servicios— no se da por bien servida, al extremo de ni siquiera ser capaz de expresar un mínimo grado de satisfacción ante la acción de sus servidores, a quienes abona religiosamente una remuneración mensual —en algunos casos, bastante envidiable—, algo está funcionando de tal manera que las normas legales no son más que simples e inútiles papeles escritos merecedores de todo tipo de irrespetos e irreverencias. La corrupción y toda su telaraña virulenta, produce y reproduce esa nociva situación, inyectando su veneno, en todas las áreas del tejido social.
Una cosa es el principio de presunción de inocencia que asiste a todo ciudadano, y otra, declararse inocente o exigir la reivindicación del buen nombre, al estilo Alberto Químper cuando manifiesta que “En mi vida he hecho algo incorrecto. Soy una persona bien nacida”, después de ser escuchados sus coloquios circenses y poco decentes, valiéndose del cargo que ostentaba, simplemente, resulta inverosímil, por no decir, jocoso.
Por otro lado, Alan García, inicia un debate caricaturesco ante una pregunta de su interlocutor en una sesión del juicio sobre los cuestionados “chuponeos” en el caso de los petroaudios. Se trataba de responder si alguna vez había dicho que Jorge Del Castillo era su “delfín”. “Yo no uso la palabra delfín”, habría respondido García, justificando que él usa un lenguaje objetivo en su condición de estadista.
Otra de las escenas dramatúrgicas observadas en la semana que pasó, en el escenario político nacional, es la referida a la investigación del gobierno anterior por una comisión parlamentaria. Para Javier Velásquez, es una comisión que “Ya tiene listo el informe”, porque de lo que se trata, es de una persecución política. Yehude, sin pérdida de tiempo, respondió: “Yo no creo en persecuciones políticas”.
La aprobación por el Pleno del Congreso (con 74 votos a favor, uno en contra y cuatro abstenciones) de la Comisión Multipartidaria para investigar los actos de corrupción en el gobierno anterior, está conformada por 07 miembros: Javier Diez Canseco Cisneros, Omar Chehade Moya y Sergio Tejada Galindo (Gana Perú); Carlos Tubino Arias Schereiber y Pedro Spadaro Philipps (Fujimorista); Yonhy Lescano Ancieta (Alianza Parlamentaria); y Enrique Wong Pujada (Alianza por el Gran Cambio).
La típica frase de “otorongo no come a otorongo”, tan conocida y repetida en estas situaciones, esta vez parece enfrentarse con actitudes que pretenden desconocerla. “No blindaremos a nadie” dijo tajantemente el premier Lerner”, porque “la lucha contra la corrupción es uno de los ejes centrales de este gobierno”. Daniel Abugattás, fiel a su estilo severo y sin titubeos, declaró: “Yo no me caso con nadie”. Entonces, si otorongo puede comer a otorongo, más vale estar advertidos que “guerra avisada no mata gente”, y si mata, mata a los ingenuos.
Chehade es muy cercano a Ollanta Humala, por ello se permitió declarar que cuenta con su apoyo; aunque al respecto, Ollanta ha preferido guardar silencio en un afán, posiblemente, de guardar las distancias y promover la imparcialidad en las investigaciones; Nadine no pudo hacer lo mismo. “¿Tan difícil es caminar derecho?”, escribió en su cuenta de twitter, pero se reservó el derecho al silencio ante la exigencia de explicaciones por varios reporteros de prensa.
Ante actos y escenas tan impropias e hilarantes, que obvian el principio de probidad (inciso 2, artículo 6º, de la Ley Nº 27815, Ley del Código de Ética de la Función Pública) de la actuación del servidor público: “Actúa con rectitud, honradez y honestidad, procurando satisfacer el interés general y desechando todo provecho o ventaja personal, obtenido por sí o por interpósita persona”, el congresista Yehude Simon, nos comparte una recomendación, muy oportuna y saludable: “El Perú necesita serenidad y tranquilidad”.

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