miércoles, 17 de septiembre de 2014

ABSURDAS MEDITACIONES 2. CUESTIÓN DE FE


Asumo que las fiebres suelen ser sorprendentes, para bien o para mal. Nuestros abuelos solían enfatizar que las fiebres son buenas en tanto son alarmas biológicas que nuestro organismo emite advirtiéndonos de uno que otro proceso que podría afectar o está afectando nuestra salud.

En esa lógica, nuestro país está con fiebre, desde un par de meses, por decirlo de alguna manera. La fiebre electoral. Sube, baja, parece desparecer, pero permanece. Fastidia, aburre, adormece, desanima, se torna insoportable, quita el apetito. Obviamente, es una advertencia que algo podría afectar, positiva o negativamente, la salud política. Y la política sería algo así como el hígado del país. Se afecta el hígado, se afecta todo el organismo; todo el país, todo el estado.

Quisiera entender su lógica. No obstante, la fiebre electoral me sabe a un absurdo. Nuestros interlocutores despotrican de los candidatos y de sus ayayeros (aduladores), aunque podrían ser simpatizantes, qué sé yo; pero al fin y al cabo, siempre terminamos eligiendo a uno de ellos, de los tantos que no sabemos exactamente qué pretenden o qué impulsos los empujan a desempeñar papeles teatrales ridículos, casi vomitivos, en algunos casos… en casi todos los casos, vendiendo imágenes, ofertándose, traficando esperanzas.

En estos días, Perú está afiebrado, y es una fiebre ordinaria, por supuesto. Es una calentura que nos mantiene en un estado inverosímil, entre la somnolencia y el insomnio. Un absurdo. ¿Cómo explicarlo? Sociológicamente, prefiero una opción: es una fiebre que nos está fortaleciendo como país, quizá, como estado, mientras nos mantengamos vivos. “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, profetizó Zaratustra… Cuestión de fe.

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