domingo, 2 de noviembre de 2014

EL INDIVIDUO CONTRA EL ESTADO



Es posible argüir que el principio de autoridad debe primar sobre las voluntades reticentes a la obediencia; que el Estado es el Estado, por tanto, sus decisiones son ley y ante ello el uso legítimo de la fuerza es de su exclusiva potestad; que el contrato social actual en nuestro país está regido por los principios del libre mercado; en fin… entonces, en nuestro país —sino en el mundo—, el derecho de propiedad sobre un bien, es superior al derecho a la vida. 

Obviamente, sobre el caso sucedido en Cajamarca, el jueves 30 de octubre, el desalojo de una familia de la casa que habitaban, ordenado por la jueza Carmen Nancy Araujo Cachay, pueden extraerse un sinnúmero de lecturas. A favor o en contra de una de las partes involucradas, y aquellas que pueden presumir de imparciales. ¿Cuál es mi lectura? Una pelea a muerte entre un ciudadano y el Estado. El desenlace: la muerte del más débil. 

Cuando vemos al Estado peruano dando de patadas y varazos al individuo sangrando y tirado en el suelo, reducido a perdigonazos y gases lacrimógenos, vemos al monstruo de Nietzsche (“el más frío de todos los monstruos fríos”): el monstruo llamado Estado. 

Podemos ver también al típico desagradecido que muerde la mano que le da de comer. El individuo, que da de comer al Estado, que ha engordado sus intestinos, que mantiene vivo y cede su poder para que gobierne su vida; que vive trabajando para que él (el Estado), viva sin trabajar; porque ese es el Estado, nuestro estado, que no trabaja, no produce, que come su pan de cada día con el sudor de la frente del ciudadano; ese es el Estado que ha mordido la mano del ciudadano Fidel Flores Vásquez hasta quitarle la vida sin ningún escrúpulo ni legalidad. Porque si eso es aplicación de la ley, y la aplicación de la ley es justicia, ¿qué será de nuestro porvenir como sociedad civil? 

(El Estado vive de nuestros impuestos, de nuestra plata. De mi plata. No solicita, exige; no consulta, impone. El Estado dice: “O me pagas, o te desgracio”. Pero no a todos los contribuyentes, solamente a los débiles). 

Simplemente, puede percibirse que el Estado peruano, es fuerte ante los débiles, pero débil ante los poderosos.

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