El
estado está invirtiendo esfuerzos y dinero, por medio de los organismos
electorales (ONPE[1] y JNE[2], básicamente),
en la promoción del denominado “voto informado”; pero esta campaña de
promoción, sugiere que un “voto informado” es un “voto responsable”, y que a
mayor voto informado, mayores posibilidades de tener un “buen gobierno”.
Líricamente,
suena bien y hasta coherente; algo así como que podemos realmente, con nuestro
voto, garantizar –o elegir- un buen candidato que a la vez, realizará un buen
gobierno. Sin embargo, no tiene sentido.
Pero
¿qué es un voto informado? En pocas palabras, es un conjunto de acciones que
debe realizar cada elector, a fin de decidir razonablemente, una de las ofertas
electorales, previo al sufragio. Por ejemplo, leerá el programa o plan de
trabajo, la hoja de vida del candidato o de la plancha presidencial (en este
caso, tratándose de una elección general para elegir al nuevo Presidente de la República,
conjuntamente, con los 02 vicepresidentes), en fin.
Desde
otra lectura, se trata de informarse de los candidatos, antes de elegir a uno
de ellos, y convertir ésta decisión, en un voto. Si estoy informado, entonces,
podré emitir un “voto informado”. No obstante, no es tan simple como parece. Podré
dedicar mi tiempo, esfuerzo y dinero[3] en
informarme sobre las ofertas electorales, analizaré y sintetizaré la información
consumida, y calificaré en grado de importancia, coherencia o razonabilidad,
una de ellas. Para mí, entonces, una de las ofertas es la más razonable y
merece ser elegida, o en todo caso, merece mi voto.
Asisto
al sufragio, emito mi “voto informado”, y listo. He cumplido como ciudadano
responsable, razonable y coherente. ¿Qué me garantiza que la opción elegida,
cumpla con su plan de gobierno? Nada. No puede saberse, no podemos leer ni ver
el porvenir. No tiene sentido.
Entonces,
el voto informado, es una utopía. Y no solo eso, sino que es un factor que
algunos utilizan para calificar a los electores en 02 grupos: los que “saben
votar” y los que “no saben votar”. Es más, esto lleva a la aparición de
actitudes agresivas y de irrespeto hacia el libre ejercicio de la ciudadanía. Para
algunos ciudadanos, de acuerdo a sus propios raciocinios, ya tienen un
candidato al cual consideran el mejor, porque se han informado, y no solo
esperan, sino, inducen a que los otros ciudadanos coincidan con su decisión,
sino lo hace, es un ciudadano que “no sabe elegir”, que no se ha informado, que
es un irresponsable, o en el peor de los casos, lo colman de insultos y adjetivos
peyorativos.
No
se entiende que en la elección de un candidato, intervienen factores subjetivos
propios de cada individuo. Y es el producto legítimo del uso libre y soberano
de su ciudadanía. Si sabe o no sabe votar, ello no tiene lugar, es absurdo. No puede
saberse, no puede afirmarse quién es el candidato ideal, cuál es la ofertad más
coherente, quién merece ganar una elección. Es simple, es una elección
individual, y soberana. En esta lógica, el voto informado, como se vende, es un
sinsentido. Es más, con el uso que muchos le dan, de calificar a los electores
en “buenos” y “malos”, lo han convertido en un instrumento que agrede a la soberanía
de la libertad ciudadana. Y tiene un agravante, si el candidato elegido, realiza
un pésimo gobierno, no es su responsabilidad, sino, es responsabilidad ciudadana;
los ciudadanos no supieron elegir. No se informaron. A esto llegamos, con la
utopía del voto informado.
[1]
“La ONPE pone a disposición de la ciudadanía las plataformas informativas para
un voto efectivo y responsable”, leemos en el espacio dedicado a promover el
voto informado. En otro espacio, leemos: “como ciudadanos debemos tener el
compromiso de tomar una decisión consciente e informada”. Portal web: www.onpe.gob.pe o https://www.web.onpe.gob.pe/sep-2016/tu-decides-con-tu-voto
[2]
En su portal web, presentan el espacio “voto informado”, donde ofrecen
información comparada de las opciones electorales participantes. Portal web: www.jne.gob.pe o http://www.votoinformado.pe/voto/index.aspx
[3]
Sí, porque la información tiene un costo, y quien consume información, deberá
asumir ese costo. Energía eléctrica, si hace uso de internet, en cualquier de
los dispositivos; costo de la publicación en el caso de prensa escrita, en fin.
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