Así como podemos extraer diversos
mensajes de los votos válidos, considerando la distribución entre los
candidatos participantes, e interpretarlos a la luz de las ofertas electorales;
también podemos hacerlo con los votos blancos y los votos nulos. Más aún,
haciendo un comparativo entre la primera y la segunda vuelta de las últimas
elecciones generales 2016, realizadas el 10 de abril y el 05 de junio,
respectivamente.
En la primera vuelta, de los 24
departamentos[1],
en 14 de ellos, los votos blancos y votos nulos, suman más del 20% de los votos
emitidos. Y en 5 de ellos[2],
más del 25%. Porcentajes relativamente regulares que invitan a una reflexión sobre
la pertinencia entre las ofertas electorales y las demandas ciudadanas en los
respectivos departamentos.
Hay una brecha, un abismo, una
distancia aún insalvable entre los ofrecimientos de los candidatos y los
intereses de un regular porcentaje de ciudadanos, lo que menoscaba el valor de
la democracia como un mecanismo de regulación de la convivencia ciudadana, y
como un paradigma alterno a otros que asumen a la violencia como principal arma
de regulación. (De los 14 departamentos, 02 se ubican en la costa[3];
07 en la sierra[4];
y 05 en la selva[5].
En ellos, residen el 35% de los electores hábiles del país[6]).
En la segunda vuelta, los
porcentajes de votos blancos y votos nulos, se reducen, mostrando un intervalo
entre el 5% y el 11%, en los 24 departamentos.
Y cuando separamos los votos
blancos de los votos nulos, el resultado es más sorprendente. A nivel nacional,
y en la primera vuelta, los votos blancos alcanzaron el 12% de los votos
emitidos, mientras que los votos nulos, el 6%. Para la segunda vuelta, los
votos blancos se reducen drásticamente, al 1% (los votos nulos, se mantienen).
Paralelo a ello, los votos válidos, suben de 83% (en la primea vuelta) a 95%
(en la segunda).
La reducción más drástica de
votos blancos, de la primera a la segunda vuelta, se observa en 04
departamentos[7];
se reducen del 19% al 1,5%. Similar situación se observa en el resto de departamentos,
en los cuales los votos blancos en la segunda vuelta no superan el 2%; mientras
que el porcentaje de los votos nulos, prácticamente, se mantiene.
En la primera vuelta compitieron
por la Presidencia de la República, 10 organizaciones políticas[8];
en la que solo el 83% de los electores hábiles emitieron un voto válido. Ninguna
de éstas 10 ofertas electorales, encajó con las demandas ciudadanas del 18% de
electores que asistieron a sufragar, por ello ninguna de ellas, alcanzó el 50%
más uno de los votos válidos.
Pero en la segunda vuelta, con
solo 02 organizaciones participantes, los ciudadanos que decidieron emitir un
voto válido suben a 95%. Si nos concentramos en estas 02 opciones políticas,
ellas recibieron en la primera vuelta, solo el 61% de los votos válidos.
Es decir, los ciudadanos
indecisos en la primera vuelta, optaron por dar su voto a una de las 02 opciones
participantes, en la segunda vuelta. Ello podría explicar el llamado
“antivoto”, lo que debilita la legitimidad de la organización política ganadora,
en tanto triunfó gracias a los votos que no quisieron que triunfe la otra. Peruanos
Por el Kambio (PPK), nombre de la organización política ganadora, liderada por
Pedro Pablo Kuczinsky, no ha ganado porque su oferta proselitista haya encajado
o satisfecho a la mayoría de los electores; sino, porque coyunturalmente,
apareció como una forma de decir “NO” a Fuerza Popular (FP), la otra
organización, liderada por Keiko Fujimori Higuchi.
Estamos asumiendo que el voto
blanco indica indecisión: no se prefiere a ninguna de las organizaciones
políticas participantes; y el voto nulo, rechazo a todas ellas. Aunque este
rechazo podría también ser hacia el proceso electoral como mecanismo para la
elección de gobernantes, en tanto, dichos gobernantes de turno, no han logrado
atender las necesidades ciudadanas, o han tomado decisiones que han afectado
negativamente sus intereses. Desde esta perspectiva, el voto nulo podría
adquirir un significado similar al ausentismo. Aunque el ausentismo es objeto
de estudio muy particular, conjuntamente con el abstencionismo[9]. En
el primero, no asisten al sufragio por factores ajenos a la voluntad; mientras que
en el segundo, se decide no participar en el sufragio, por propia voluntad.
En términos absolutos, son 3,754,927
de ciudadanos en la primera vuelta, y 4,071,219 en la segunda, que no han participado
en la emisión de un voto válido. O han emitido un voto blanco, o un voto nulo,
o simplemente, no han asistido a sufragar.
Del total de 22 millones de ciudadanos habilitados para sufragar, el 18%
rechaza a las ofertas electorales, o quizá, al propio sufragio como un
mecanismo inútil para proporcionar mejoras a sus vidas.
[1] Se incluye la provincia
constitucional del Callao, que se ubica en el departamento de Lima.
[2] Amazonas, Apurimac,
Huancavelica, Huánuco y Loreto.
[3] Piura y Ancash.
[4] Apurimac,
Ayacucho, Cajamarca, Cusco, Huancavelica, Huánuco y Pasco.
[5] Amazonas,
Loreto, Madre de Dios, San Martín y Ucayali.
[6] Según la ONPE, los electores
hábiles para las elecciones generales 2016, fue de: 22,017,030.
[7] Amazonas, Huancavelica, Huánuco
y Apurimac.
[8] Catorce figuraron en la cédula de
sufragio, pero 04 de ellas, se retiraron días antes del día de las elecciones:
Alianza Electoral Solidaridad Nacional, Perú Libertario, Perú Nación, y Partido
Humanista Peruano; los votos que recibieron estas agrupaciones, fueron
adicionados a votos nulos según resolución N° 0309-2016-JNE.
[9] Uno de los teóricos que ensaya
sobre estas variables, es Fernando Tuesta Soldevilla, exjefe de la ONPE.
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