viernes, 27 de marzo de 2009

EL VOTO CIUDADANO

En esta segunda vuelta hemos escuchado voces que declaran la no validez de los votos nulos y blancos, incluso, los consideran innecesarios, opciones inaceptables y hasta una traición a la democracia. Pretenden pues, dirigir la voluntad soberana a su libre antojo o suponen que la democracia se valida siempre y cuando sea electo alguno de los candidatos participantes, y no cuando la mayoría de los votantes expresa su disconformidad y no otorga su apoyo a ningún aspirante al poder. Bien sabemos que la democracia no solo se legitima en la realización periódica de procesos electorales, sino, hasta pierde validez y se degenera en tanto la representatividad se convierte en un fenómeno nocivo para los intereses ciudadanos y favorable para intereses foráneos. El voto nulo y el voto en blanco (que sumaron 16,14% el 09 de abril), considerados votos no válidos a la hora del escrutinio para declarar elegidos y no elegidos, son también opciones absolutamente válidas, libres y soberanas que la ciudadanía expresa. De ningún modo, constituyen una traición a la democracia, aun con miras a una segunda vuelta y cuando el país se halle polarizado y amenace el fantasma del estallido social —ya que ambas alternativas se reclaman el título de única vía capaz de “salvar” al país, desmereciendo a la competencia—. Incluso, la abstención y ausentismo (que en la primera vuelta alcanzaron el 11,28%), constituyen también —aunque las leyes electorales no lo contemplan así— una alternativa frente a un stand electoral que oferta alternativas que no satisfacen las expectativas ciudadanas. Obligar a un ciudadano a elegir a cualquier de las candidaturas en competencia, obviando su percepción y su libre y soberana determinación de no optar por ninguna, sí constituye una actitud que viola todo principio democrático y asume cualidades irrespetuosas frente a la voluntad soberana. No temamos la libre determinación de la ciudadanía, porque a ella le asiste todo el derecho de optar por las opciones que considere apropiadas, incluidas, la no asistencia y el voto considerado no válido (nulo o blanco). Si la democracia merece ser respetada y defendida por encima de cualquier otra alternativa de convivencia civilizada, es porque fomenta, defiende y estimula aquella creación social digna y sagrada como es la libertad individual. Desde 1789, las libertades de pensamiento, de asociación y de expresión, se convirtieron en los pilares de la construcción de una nueva sociedad que hasta ahora continúa perfeccionándose en aras de lograr una real y efectiva convivencia pacífica. Esta utopía nos mueve y nos mantiene en pie y aguerridos en defensa de la voluntad popular. Si bien, Rousseau nos advierte que la democracia no es un fruto que crece en todos los climas, pues, esforcémonos en construir una democracia que se ajuste y florezca en nuestro clima social y se constituya en una alternativa favorable a nuestra idiosincrasia. Es nuestro desafío, y necesita ser nuestra utopía capaz de aglutinarnos y eliminar las polarizaciones que en estos días previos a la segunda vuelta, se están profundizando, dañando y debilitando todos los esfuerzos realizados en el afán de construir nación. Ahora sabemos, que no existe ni puede existir una sola democracia en todo el mundo. Y la democracia, mas que una alternativa de organización sociopolítica, necesita constituirse en un estilo de vida, en un conjunto de hábitos y creencias, en una cosmovisión, en una cultura. El país lo demanda y es lo que la ciudadanía espera de sus actuales y futuros gobernantes. Despojarse de intereses y ambiciones personales, y aunarse en la lucha sin cuartel contra la pobreza, el analfabetismo y dedicarse a la construcción de una peruanidad —heterogénea, pero— realmente inclusiva. (Artículo que publiqué en la página editorial del diario La Indsutria de Chiclayo, el día 15 de mayo de 2006; en plena euforia proselitista ad portas a realizarse la segunda vuelta de la eleccion presidencial de aquel año, saliendo elegido el actual jefe de Estado, Alan García.)

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