viernes, 27 de marzo de 2009

PÍLDORA DIMINUTA, DEBATE GIGANTE

Intempestivamente, una diminuta píldora extinguió el incendio provocado por el fantasma de un tal “Capitán Carlos” y capturó las primeras planas, reemplazando primicias y alterando los picos —últimamente cuestionados y poco creíbles— de las encuestas y sondeos de opinión pública, sobre las preferencias electorales. Mas allá de una cuestión moral o de fe, filosófica e ideológica, está la cuestión de género. El sentido común nos advierte que es la mujer, en mérito a su condición de principal cliente y potencial consumidora, a quien le compete tomar una decisión informada, y en el peor de los casos, le asiste el legítimo derecho a contribuir y participar en todos los debates respectivos, al uso o no, del AOE (Anticonceptivo Oral de Emergencia). Antes de ello, se ha preferido colocar a la diminuta píldora en el centro de un clima electoral bullicioso y candente, sin medir los contrastes filosóficos, morales, políticos, ideológicos y hasta culturales, que ha producido. Candidatos de diversas tiendas políticas han dejado oír sus opiniones, atizando aun más, la temperatura electoral en el país. En nombre de la iglesia, la Conferencia Episcopal, declara que es abortiva; a manera de respuesta a la actitud que asume Unidad Nacional, que prefiere dejar a la OMS la difícil tarea de arbitrar y encauzar las decisiones políticas en ese asunto. Un vocero de UPP opta por un perfil bajo y señala “son temas sensibles”, evitando echar mas leña al fuego; mientras que Jorge del Castillo (APRA) objeta que debe primar la “libertad de elección”, pero no aclara de quién. De la mujer, del papá, de los abuelos o del marido. Aclaración poco esperada, ya que Alan García, quien no niega ser católico, arremete con todo, y vocea que “la Iglesia no gobierna el Perú”. Entretanto, Ollanta Humala, prefiere reservarse el derecho a opinar sobre el tema, señalando que en un gobierno nacionalista se respetarán los intereses de un “empresario eficiente”. Sin embargo, siendo la mujer la consumidora final de este producto, es a ella a quien se le ha relegado a un plano secundario y se le ha invisibilizado, hasta por otras mujeres con capacidad para generar corrientes de opinión. Nadie ha manifestado la necesidad de considerar la opinión de ellas. Nadie ha sugerido la importancia que tiene consultar a la población femenina, antes de discutir los infinitos matices que encierra, la aprobación o no, del uso de esa llamada “píldora del día siguiente”. Profundizando mas aun el tema, podemos permitirnos interrogantes que a muchos sonarán atrevidas y hasta irresponsables. Por ejemplo, ¿Sólo le compete a las mujeres ciudadanas, o también es asunto de las menores de edad? Las respuestas que pueden elaborarse al respecto, sugieren una revisión minuciosa de nuestras concepciones de género y demandan un deslinde deliberado y público sobre los aspectos científicos, morales, religiosos y filosóficos implicados en el tema. Para ello, se hace necesario un conocimiento veraz y profundo de las estadísticas que refieren el costo humano que representa la práctica de abortos clandestinos, en todo el país. Si de que lo se trata es disminuir las muertes provocadas por este tipo de prácticas inhumanas e ilegales, vale la pena empezar a ver y entender desde otras ópticas, la posibilidad de abrir nuestro mercado a la tan mentada “píldora del día siguiente”, aunque ello implique un estremecimiento de piso y altere los gráficos estadísticos de las preferencias electorales. Las mujeres, tienen la palabra. (Artículo que publiqué en la página política del Suplemento Dominical del Diario La Industria de Chiclayo, el día domingo 19 de febrero de 2006.)

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