lunes, 6 de abril de 2009

DESDE EL INFIERNO… EL ÚNICO

“Me dolió en el alma…” aseveró Fujimori con una firmeza que a cualquiera es capaz de conmover hasta la meditación o el llanto, cuando se enteró de la matanza de los estudiantes y del profesor de la Universidad Enrique Guzmán y Valle (La Cantuta). Y le dolió, aclaró, porque esa política de guerra sucia no formaba parte de su política de respeto a la persona humana, era totalmente contrario a ella y además, porque era conciente de que ello, no iba a garantizar la derrota de la violencia política (terrorismo, lo llama él). Por ello se vio obligado a cambiar la estrategia antisubversiva de sus antecesores (Fernando Belaunde Terry y Alan García Pérez) que gobernaron en la década de los años 80 que, a propósito, fueron los años en los cuales, las estadísticas indican que se produjo la mayor cantidad de muertos y violaciones a los derechos humanos. Ambos, “mantuvieron la visión antigua de enfrenamiento de un enemigo convencional, lejos de implementar una estrategia eficaz”, puntualizó. Ahora resulta que en esos años, siendo nuestro país un “infierno” (dudo que alguien en su sano juicio, dude de ello), Alberto Fujimori (el mismo que ahora, después de 160 audiencias en el proceso penal que se le sigue, no se arrepiente de la política contra-subversiva que aplicó; es más, de la cual se siente sumamente orgulloso), es el único que lo habitaba. “Soy el único” enfatizó que gobernaba desde el mismísimo infierno, aludiendo que fue el único que dio la cara y expuso la vida suya y la de cada uno de los miembros de su familia. “Asumí la defensa del Estado y puse en peligro mi propia vida”, leyó en una parte de su extenso discurso. Aprovechó algunas oportunidades para leer su discurso, dirigiendo su mirada hacia el ambiente separado por un cristal, donde permanecieron los periodistas nacionales y extranjeros, olvidando que en su calidad de acusado, todas sus palabras deberían estar dirigidas al presidente de la Sala. Y adelantándose al devenir histórico recalcó que en los libros de las escuelas, nuestros estudiantes leerán su nombre cuando se hable de la pacificación del país, el cual constituye su “legado de paz y desarrollo, de justicia e inclusión”, legado que continuará su hija Keiko, y por el que seguirá luchando su hijo Kenyi. “Sus hijos nos sentimos orgullosos del trabajo extraordinario que mi padre realizó”, declararía luego, y muy emotiva, la congresista Keiko. No sabíamos hasta el día miércoles 01 de marzo, cuando ejerciendo su derecho a la autodefensa dirigió un mensaje a la nación, y no al tribunal que lo juzga como debió ser, aunque muchos ya pueden haberlo sospechado —o deseado ardorosamente— que era un superhombre. El Superman peruano que nos libró de un bendito “conflicto armado interno” (así lo ha denominado la CVR) que jaqueó a todo un país durante más de una década y que obligó a la mayoría de peruanos y peruanas a refugiarse entre el terror, la desolación, la esperanza y la utopía (la utopía de volver a un país pacificado). Un conflicto armado que ahora, desde la distancia, pero aun con ciertas reticencias y con cierto temor por cierto, podemos asumir que llegó al extremo de tomar víctimas sin considerar color de piel, género, condición socioeconómico, ideología, religión, lugar de residencia, etc. Un conflicto que atemorizó a todo un país, lo desangró por todos lados abriéndole las venas y cegándolo ante la perspectiva de retornar a la paz y a la convivencia digna de toda persona que anhela la concordia, practica el perdón y se entrega con alma y cuerpo al ejercicio de la equidad social. Luz Salgado ha defendido el discurso político que ha dado su líder ideológico porque se está juzgando la política que aplicó durante su gobierno. Pero olvida que no es exactamente la política que aplicó la que está siendo juzgada, sino, ciertos delitos (de lesa humanidad, claro está) que pretenden impunidad amparándose en ella. La matanza de los estudiantes y un profesor de La Cantuta, el crimen horroroso de Barrios Altos y el secuestro del periodista Gustavo Gorriti y del empresario Samuel Dyer (que son los delitos que se le imputan a Fujimori y por los cuales se le está juzgando en este kilométrico proceso judicial, y que su abogado Cesar Nakasaki lo sigue llamando “Presidente Fujimori”), no resumen la política aplicada en la década de los años 90, porque también somos testigos de otras actividades: organización de los Comités de Autodefensa, acciones cívicas, construcción de edificios escolares, etc. Se le está juzgando por determinados actos que constituyen delitos que Fujimori, en calidad de Jefe de Estado y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, estuvo facultado para detener esos y otros crímenes cometidos por agentes del Estado. Aunque, Keiko, diga que no se le puede culpar a su padre por crímenes cometidos por terceros. Ronald Gamarra abogado de la parte civil, ha señalado que el Tribunal, pecando por exceso, ha consentido que Fujimori utilice su banquillo de acusado para utilizarlo como tribuna política para que después no diga que se le ha obstruido su derecho a la autodefensa. En su percepción, debió utilizar el espacio para hacer los descargos respectivos, cosa que no ha hecho, y sólo se ha limitado a repetir y reafirmar lo que dijo en un inicio: “Soy inocente”. De igual manera, Gloria Cano, abogada de la parte civil, considera que el discurso ha sido político, además, “ha lanzado la campaña de su hija”. Concluido el discurso de su autodefensa, no sólo Fujimori, el país entero espera la lectura de la sentencia que posiblemente se dará entre ésta y la próxima semana. Aun cuando su abogado Cesar Nakasaki haya advertido, no siendo un juicio político, de una presión mediática que podría influir en la aplicación de la sentencia que dará la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia que preside el Vocal Supremo Dr. César San Martín Castro, hipótesis que también sostiene el congresista Rolando Sousa; el premier Yehude Simon, está convencido que "tenemos una Sala muy seria, muy profesional y será la propia Sala quien tomará su decisión”. Pero luego de la intervención de Fujimori, Cesar Nakasaki cambia su percepción de este juicio, señalándolo como un “juicio político”, en su afán de defender el discurso de su patrocinado y adhiriéndose a su alegato que tiene por eje central el postulado que se derrotó al terrorismo con una estrategia de respeto irrestricto a los derechos humanos. Pero los crímenes que se cometieron, las investigaciones revelan que fueron cometidos por agentes del Estado, y nada más que Fujimori, como el Jefe Supremo, fue el llamado a investigar, sancionar y exigir el cumplimiento de la ley. Indudablemente, próximo a leerse la sentencia, histórica por cierto, la expectativa del país es que se confirme la culpabilidad o la inocencia del ciudadano peruano, ahora acusado, Alberto Kenya Fujimori Fujimori. (Artículo que publiqué en la página política del suplemento DOMINICAL del diario LA INDUSTRIA de Chiclayo del día 05 de abril del año 2009)

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