lunes, 22 de junio de 2009

GOBERNANTES, GOBERNADOS

Señalar que la contradicción mayor en la sociedad actual se da entre ricos y pobres, es una teoría que revela inconsistencias innegables. Peor aun si se expresa que los pobres son el producto del egoísmo y la desmedida ambición de los ricos, entonces, la solución sería buscar una nuevo modelo de sociedad en la que los ricos, o desaparecen, o se reducen a una mínima expresión excluidos de toda cercanía con el poder o simplemente se empobrecen. Quienes sostienen semejantes teorías, dejan entrever que más fácil es acabar con los ricos —porque son la minoría— que hacerlo con los pobres —una gigantesca masa difícil de instruir y de prepararla para que transforme sus condiciones materiales, mejorándolas—. Evidentemente, en aras de la emergencia de una sociedad humana igualitaria, libre y con justicia social. En mi perspectiva, la contradicción mayor en nuestra sociedad, está dada por los papeles que asumen los gobernantes y los gobernados. No podemos afirmar que los gobernantes son todos los ricos y que los pobres son sólo —y siempre— los gobernados. Difícilmente podemos utilizar la clásica teoría de las clases sociales para graficar, en ese sentido, lógica y convincentemente la realidad actual. Si observamos a quienes integran nuestro Poder Legislativo, por ejemplo —uno de los principales elementos constituyentes de ese bloque que denominamos: “gobernantes”—, detectamos compatriotas que nada tienen de “ricos” ni de burgueses. A lo mucho, provienen de una clase media provinciana y proletarizada, y hasta los hay, proletarios y pequeños burgueses empobrecidos y también excluidos de la estructura económica dominante en el país y en el mundo. Y ello, por querer utilizar caprichosamente, esas categorías clásicas y desfasadas, que han sido calcadas bastante bien por muchos de nuestros intelectuales y académicos y no pocos de ellos, se resisten a reconceptualizarlas. Gobernantes y gobernados, conforman esos dos bloques que revelan relaciones contradictorias y que han hecho de la sociedad actual, y de nuestro país, una sociedad conflictiva y difícilmente gobernable. Gobernantes y gobernados (sumatorias de papeles sociales intercambiables y legitimados por la costumbre y las leyes, y que se materializan en un sinnúmero de relaciones de poder) revelan en cada uno de los seres humanos involucrados, tendencias y actitudes que en otras circunstancias, no creeríamos. Frente a ese panorama, surgen tentativas académicas e intelectuales que pretenden explicar, desde otros enfoques y utilizando otras categorías, esa compleja y ardiente realidad, colmada de problemas sin soluciones y que nos están acercando a una fatalidad inevitable. (Los unos, consideran a los otros, una sarta de ambiciosos, ladrones e ineptos; mientras que estos a los unos, una insoportable masa de llorones, desgraciados y estúpidos, que tienen que esperar —si es que tienen suerte y ciertas “habilidades”— su turno para que “gocen” del poder y dejen de incomodar y entorpecer el “arte del buen gobierno”) Entonces, gobernantes y gobernados, de pronto resulta una irreconciliable disociación de bloques totalmente definidos y diferentes, hasta en su manera de concebir la sociedad humana y las relaciones que en ella se tejen, día a día. Y hasta ahora hemos presenciado la inutilidad que representa la creación de más leyes que pretendan reglamentar la convivencia entre los unos y los otros. Pero no sólo entre ellos se dan insalvables contradicciones, también al interior de cada uno de los bloques. Pero ello, es un asunto aparte. El hecho es que los gobernantes, reciben en sus manos la enorme responsabilidad de regular la convivencia general entre los diversos grupos humanos, y no sólo por la voluntad general de los gobernados, sino, porque ellos —los gobernantes— lo solicitan, suplican, limosnean, mendigan y exigen en sus ostentosas, patéticas y hasta ridículas campañas proselitistas, periódicamente.

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