martes, 23 de junio de 2009

SOCIEDAD CIVIL, SOCIEDAD POLÍTICA

Al margen de los debates académicos que podrían generar ciertas categorías sociológicas que hacen referencia a los componentes de la sociedad humana de nuestro tiempo, no podemos negar la necesidad de separar a cada uno de los elementos que la reflejan como una compleja heterogeneidad, y describirlos por separado para siquiera tener una idea de lo que realmente sucede y por qué suceden esos infinitos cambios que observamos y vivenciamos, capaces de trastocar toda nuestra cotidianidad. Sociedad civil y sociedad política, son algunas de esas categorías sociológicas creadas —con estricto interés académico— para a partir de ellas, entender e interpretar las relaciones que se tejen entre una y otra, diariamente, desde el primer momento en que un hombre buscó imponerse —y dominar— a otros. Y quizás, luego, pretender sugerir mecanismos y estrategias que ofrezcan una mejora en esas relaciones a fin de contribuir a la forja de una sociedad humana digna de ser defendida, promovida y reproducida. Actualmente, tenemos muchos motivos para involucrarnos en esa tarea poco atractiva, harto compleja y muy poco entendida y valorada. Sociedad civil y sociedad política, actúan como si pertenecieran a mundos distintos y nada complementarios. Ese divorcio —como lo llamamos los sociólogos— entre estas sociedades, es ya insostenible. Si continuaran así las cosas, podemos vislumbrar la llegada de un mundo caótico e ingobernable, donde todos, obviamente, perderíamos más de lo ahora podemos imaginar. La sociedad de nuestro tiempo —nuestro país, específicamente— exige un reordenamiento que facilite la emergencia de un tejido social, heterogéneo pero viable, donde participen todos los grupos sociales, incluso, facilite, la emergencia de otros nuevos. Sin duda alguna, nos referimos a las relaciones que bordean toda estructura de poder. Cómo este se distribuye y cómo se ejerce, cómo se sostiene y cómo es capaz de crear nuevas alternativas que promuevan la inclusión de todos los grupos sociales. Es una utopía, es una retórica, claro que si. Sin embargo, mientras no logremos consensuar el uso de un mismo lenguaje, nuestros intentos por mejorar las relaciones entre los diversos y hasta contradictorios grupos sociales, podrían ser sólo eso: intentos. Y hablar de sociedad civil y sociedad política, estamos, sino, hablando de gobernados y gobernantes. A pesar de la idea sembrada en nuestros pensamientos de que el poder emana de los gobernados, ninguno de los actos de los gobernantes reflejan esa idea. Pareciera que ellos y ellas, los gobernantes —léase: sociedad política; estén o no, ejerciendo el gobierno de turno— tienen y manejan otras y muy diferentes categorías sociológicas, que nada tienen que ver con los intereses y anhelos de los otros tantos grupos sociales gobernados. El abismo entre una y otra sociedad, básicamente, tiende a ensancharse y amenaza permanecer así por mucho tiempo más. Surgen, entonces, fantasmas que teníamos por extinguidos. Fantasmas que suponen un reordenamiento sociopolítico donde prevalezca la voluntad, la fuerza y el poder de unos cuantos “superhombres”, dotados de un don especial y “elegidos” por la historia y los dioses para tan titánica tarea: Gobernar. Sociedad civil y sociedad política, podemos concluir, son las dos caras de una misma moneda. Efectivamente, entre una y otra, existen otras sociedades o grupos humanos con distintos intereses y anhelos, pero dada la pertenencia innegable al género humano, necesitan un espacio que permita el intercambio y la reciprocidad, es decir, necesitan constituirse en elementos de esa complementariedad que tanta falta nos hace. Necesitan incluirse en el entramado social —sin poner en riesgo sus identidades, por supuesto— y obtener el reconocimiento social que merecen.

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