jueves, 10 de septiembre de 2009
“JUSTICIA SOCIAL”, REFLEXIONES SOBRE UNA UTOPÍA
La “Justicia Social” es una frase en torno a la cual fluyen infinidad de nociones e ideas sobre su concepto o significado. Nadie tiene claro lo qué quiere decir, sin embargo es una de las frases que moviliza voluntades y genera expectativas, de preferencia, en los estratos sociales víctimas de “injusticia social”.
Friedrich A. Hayek, economista vienense y ganador del Nobel en 1974, dedicó gran parte de su vida, al estudio de ella. Y en 1976, en un ensayo que tituló “El atavismo de la justicia social”, desarrolla y expone ideas que consideran “carente de sentido” a esa frase.
Si nuestra sociedad, siendo ahora una sociedad de hombres libres, cada quien con necesidades, expectativas e intereses particulares, además con particulares capacidades y potencialidades (sin considerar obviamente, las oportunidades y el contexto), cómo podría concretizarse la justicia social. Cómo atender la diversidad de necesidades y demandas de los hombres libres, si cada quien tienen su forma, maneras e intensidad de expresarlas, de tal forma que el resultado de dicha atención pueda ser considerado “igual” o “justa”.
El sentido común nos señala que “justicia social” quiere decir “justicia colectiva” o justicia para todos. Satisfacer a todos, a tal punto que todos queden convencidos que han sido atendidos con justicia. Han sido satisfechas sus necesidades, por muy particulares que sean. Evidentemente, no es más que una utopía, un atractivo —casi celestial— sueño que ciertos filósofos, ideólogos y políticos se dedicaron a difundir y vender en el afán de hacerse del poder, quizás en algunos casos, en el afán de construir una sociedad humana sin contradicciones ni conflictos bélicos.
En el no tan extremo de los casos, algunos ideólogos parecen propugnar una convivencia civilizada en la cual la “justicia social” signifique atención a las necesidades humanas en función a las demandas y requerimientos de las mayorías. Someter a las minorías, a la voluntad de las mayorías. Y que para no muy pocos, esto sería el real significado de “democracia”. Un ideal, no hay duda, inconcebible desde la perspectiva de las libertades humanas, sostenidas por el principio del respeto al individuo y a las diferencias entre ellos. (Principios estos, considerados arquetipos del llamado “neoliberalismo”).
Hayek, se consideró un fracasado en el intento de descubrir un significado de lo que se llama “justicia social”. Y que podría ser una extensión de nuestros instintos primitivos cuando habitábamos en pequeñas hordas de cazadores y era necesario distribuir la presa para la conservación de la horda como tal. Pero, en nuestra civilización actual, ello resulta una utopía.
Si la razón primordial e insoslayable, es la conservación de la especie, las situaciones actuales que podrían considerarse “injusticia social” (donde gran número de seres humanos viven en condiciones deplorables y totalmente dañinas para su existencia), no obstaculizan la conservación de la especie en el orbe. Como vemos, la población mundial ha crecido, desarrollo científico y tecnológico a favor de una mejor forma de vida, eliminación —y en otros casos, neutralización— de epidemias y pandemias mortales, mayor esperanza de vida, mayor preocupación e inversiones en la protección del ecosistema, creación de regímenes políticos que promueven y facilitan la inclusión social, etc.
Innegablemente, ello ha ido de la mano con diabólicas y masivas mortandades, fenomenales guerras fratricidas, genocidios y hurtos a gran escala, envenenamientos ideológicos que reducen al ser humano al nivel de un ser vivo no racional y no pensante. Nace entonces, la necesidad de apostar por una convivencia terrenal que permita la concreción de una vida satisfactoria, elevando a la persona humana al más alto nivel de respeto y consideración por su naturaleza.
No carece de sentido la frase “justicia social” en sí, parecen carecer de sentido las intenciones de quienes la utilizan y lanzan a diestra y siniestra con el mero objetivo de seducir auditorios y conquistar aplausos sin considerar el “tráfico de esperanzas” que realizan. Si hoy en día, resulta utópica la acepción común de “justicia social”, señala entonces la necesidad de construir una nueva categoría que guíe nuestras utopías de una convivencia humana satisfactoria, por un camino que haga sentir su factibilidad.
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