viernes, 11 de septiembre de 2009

LA EDUCACIÓN INICIAL: UN CASO PARTICULAR

En la ciudad de Lima, en una institución educativa del nivel inicial, se presentaron indicios para sospechar que los niños y niñas de un aula de 3 años, eran víctimas de maltrato físico y psicológico. Además, ya se había constatado que la profesora responsable del aula en mención, había jalado los “moñitos” a una niñita y a otra le había jalado de las patillas. Estos dos casos fueron admitidos por la propia profesora en una reunión de aula, solicitada por los padres de una de las niñitas maltratadas. Los otros indicios, eran heridas hechas con uñas detrás de las orejas de un niñito y moretones en los labios en otra alumna. Frente a estos hechos, la profesora dio una explicación, que por sí sola resulta convincente. Son niños pequeños, y tienden a maltratarse mientras juegan, o ya vienen de casa, “agresivos”; pero también aprovechó a justificar su incapacidad para evitarlos. Mencionó que tiene a su cargo 28 niños y niñas y que no tiene ojos para todos. Pero también tiene frases muy comunes frente a la exigencia de explicaciones por parte de los padres de familia ante un posible maltrato que haya sufrido su hijo o hija pequeña. “No soy niñera”, “no soy la nana de su hijo”, “no es mi responsabilidad”, y otra bastante agresiva y visiblemente irrespetuosa: “si no le gusta, puede llevarse a su hijo de aquí, las puertas están abiertas”. En consecuencia, un grupo de padres redactaron un documento dirigido a la directora de la institución educativa, a quien solicitaban una reunión en la que ella esté presenta y escuchar de parte de la profesora, lo que estaba pasando en su aula, así como, explicar su método de “trabajo”. Lo sorprendente de todo esto, es que en la reunión estuvieron presentes, además de la profesora en cuestión, todo el personal docente del turno mañana, todo el personal de auxiliares de educación, miembros de la junta directiva de la APAFA, y la coordinadora del mismo turno, excepto, la Directora. Sólo 5 padres de familia señalaron que la profesora maltrataba a los niños y que su actitud hacia los padres y madres, no era respetuosa ni la más adecuada. El resto de ellos y ellas, cambiaron su versión respecto a la expresada fuera de las aulas, en los días anteriores a la reunión. Señalaban que tenían temor a la profesora y que podía vengarse maltratando aún más a sus hijos pequeños. Que ya la conocían, que tenía carácter fuerte, y cosas así. Irónicamente, en su discurso, la profesora cuestionada, admitió haber jalado las patillas a un niñito, porque su mamá le había “autorizado”. Es decir, si los padres le autorizan a maltratar a los niños y niñas bajo su responsabilidad, ella, gustosamente, lo haría. Sin prejuicios, sin recato, sin vergüenza alguna. “No quiero padres negativos”, enfatizó en una reunión anterior. Para ella, “negativo”, es sinónimo de “no colaborador”, y colaborar, para ella, es sinónimo de “dar cuotas”. Cuotas antojadizas y no necesariamente justificables. Como por ejemplo, 60 soles por alumno, para comprar un juguete para ser entregado en navidad a cada uno de los niñitos y niñitas. Pero ella, elegirá el juguete “educativo”. Un mismo juguete para todos. La ironía y la testarudez, elevada a su máxima expresión. Pretender forma alumnos en serie, en esta época de globalización y de cultivo de la tolerancia mutua; es una presunción que se nos presenta como una sorpresiva torpeza, merecedora de todo cuestionamiento, de todo rechazo, y de todas nuestras fuerzas para combatirla hasta eliminarla. Porque atropella el abanico de habilidades cognitivas y procedimentales que distinguimos en todo grupo humano, como es un aula de escuela. E indigna, porque a la escuela le toca, en principio, respetar a la persona humana, en todas sus dimensiones. Las pequeñas personitas que diariamente van a sus aulas, merecen toda la ayuda y cuidados necesarios. Docente que ignora esto, deja de serlo. Sin embargo, la docente de aula en cuestión, parece no distinguir entre el local de su sindicato y el aula de la escuela. Parece ignorar que todo maltrato, además de ser punible, puede manifestarse en palabras, gestos, muecas y en infinitas posiciones corporales. En suma, ignora que “la letra con sangre entra”, es un lema –trágico, por cierto– que perteneció a una época que después de muchos esfuerzos estamos manteniéndola sepultada, muchos metros bajo tierra. No distingue tampoco, una calle asaltada por una turba de protestantes exigiendo aumento de sueldo, y un grupo de padres de familia que sólo exige buen trato, honestidad y profesionalismo, para ellos y para sus hijos e hijas. Que este caso esté sucediendo en otras instituciones de educación inicial (sean del sector público o privado), de nuestro país, es motivo suficiente para reflexionar profundamente y para sospechar que algunas instituciones educativas son islotes que parecen pertenecer a espacios ajenos a la jurisdicción de nuestras autoridades y de nuestras leyes. La tarea es de todos, liderados por el Ministerio de Educación, obviamente.

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