lunes, 28 de septiembre de 2009

ORIENTACIÓN, TUTORÍA Y APRENDIZAJE

El Nuevo Enfoque Pedagógico centrado en el aprendizaje —por lo tanto, centrado en el aprendiz a quién considera el centro del proceso educativo—, y no mas en la enseñanza (enfoque tradicional), no sólo sugiere nuevas metodologías y técnicas para facilitar la nueva información y la construcción de nuevos conocimientos, sino, demanda por parte de quién ejerza el papel de facilitador, nuevas habilidades sociales que permitan generar y mantener una relación aprendiz-facilitador, promotora del aprendizaje y del desarrollo humano. No sólo desarrollar inteligencias y destrezas, sino, formar personas. Seres humanos capaces de tomar decisiones a iniciativa propia o de grupo, capaces de decir “no” aun cuando los demás se opongan, capaces de “desaprender” y crear e innovar conocimientos, procedimientos y relaciones. El nuevo enfoque se ha trazado un enorme desafío: Promover el desarrollo del pensamiento individual en el aprendiz, con un solo y único objetivo: Construir una sociedad donde la tolerancia mutua y el respeto por las diferencias sean los pilares de una convivencia pacifica; y donde la democracia se conciba no sólo como una práctica convivencial donde prime el respeto por la voluntad de las mayorías, sino también, de las minorías, incluso, la de un individuo. Desafío enorme y nada fácil. Lograr que el individuo en calidad de aprendiz, sea capaz de ir en contra de sus costumbres, tradiciones, creencias y valores y los sustituya por otros. Se trata de atacar y vencer la rigidez de todo pensamiento individual basado en la costumbre, y flexibilizarlo; indiscutiblemente, con el permiso del propio individuo. En ese contexto aparece la Orientación y Tutoría como una necesidad del propio Nuevo Enfoque. Es necesario conocer íntegramente a ese aprendiz. ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Quiénes son sus ancestros? ¿Qué piensa del pasado, del presente y del futuro? ¿Qué quiere? ¿Qué es capaz de hacer? ¿Qué no puede hacer? Solo así será posible seleccionar las temáticas, ambientes e instrumentos, horarios, métodos y técnicas pedagógicas, materiales educativos y lenguaje más apropiados para llegar a él, estimularlo y conseguir de su parte la indispensable predisposición para recibir, digerir, y asimilar la nueva información que se le proporciona. Ahí el primer desafío de todo facilitador: De primera necesidad, conocer al aprendiz en su integridad. Más allá de sus debilidades y fortalezas, hace falta conocer, entender e interpretar sus sueños y expectativas, esperanzas y deseos de “hacer” o de “no hacer”, de “escuchar” o de “no escuchar”. Aquí se enmarca la función de la Orientación y Tutoría como un servicio que el sistema educativo, por medio de un facilitador, brinda al aprendiz. Permanentemente, bajo condiciones de calidad y observando los principios de honestidad, puntualidad, coherencia, responsabilidad, buen trato y calor humano. No más juzgar al aprendiz bajo ningún pretexto ni situación. No imponerle valores, paradigmas, hábitos; ni mucho menos, creencias. No más tratarlo como un deposito al que hay que llenar con “buenos” conocimientos y hábitos de convivencia, obviando su idiosincrasia. Respeto absoluto a su individualidad, naturaleza y perfil sociológico. Es en este sentido que me atrevo a señalar como requisito mínimo de todo Orientador y Tutor: No olvidar que jamás en la vida dejamos de ser aprendices. Admitirlo, nuestro primer gran desafío.

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