viernes, 30 de octubre de 2009

MÁS ALLA DE LA REALIDAD: EL INDIVIDUO

La lectura de la realidad es una actividad automática e inherente a todo ser humano. Para ello se sirve de los elementos que le proporciona la cultura de la que forma parte. Es una actividad individual, pero inserta en un complicado tejido social. Pues no existe otra manera de entender la diversidad de actitudes y comportamientos que asumimos frente a una misma situación, a pesar de pertenecer a un mismo grupo social y haber compartido un mismo proceso socializador. Si luego de elaborar una lectura de la realidad, pretendemos explayarla a fin de compartirla con nuestros semejantes y hacerlos participes de ella, suele suceder que chocamos con el individuo. Ese sujeto autónomo y particular, quién, con legítimo derecho podría discrepar abiertamente con nosotros. Acaso, quienes promuevan una sociedad en la cual la clase dirigente monopolice el pensamiento, no concuerden con esta declaración. Pues, ellos sostienen la posibilidad de la homogenización del pensamiento y para ello no escatiman esfuerzos en el uso de instrumentos y técnicas para lograr un efectivo “lavado de cerebros”. Considerando a los cerebros de una naturaleza igual a la de una prenda de vestir cualquiera. Lo que con afán persiguen no es sino, trasladar su particular lectura de la realidad a otras mentalidades hasta alcanzar aquella vieja utopía de convertirla en la única facultada para ordenar y reordenar el mundo a su libre disposición, instaurando un criminal totalitarismo que persigue –neciamente- eliminar todo signo de individualidad. Despreciar las diferencias de pensamientos y querer combatirlas, ahora lo sabemos, es una actividad que se inclina abiertamente hacia una tendencia autoritaria y a un interés antidemocrático, con el objetivo de someter a la humanidad a un único y absoluto poder. Considerarse el único facultado para hacer una lectura veraz de la realidad, combatiendo a las discrepantes, es una acción que viola todo derecho de la persona y, venga de donde venga, no persigue objetivos humanizantes. Además, la relación “gobernantes-gobernados”, basada en el verticalismo, no sólo se da a nivel macro —el Estado—, también a nivel micro —asociaciones, juntas vecinales, clubes deportivos, organizaciones de base, etc.— La libertad de pensamiento, derecho universal y absoluto y parangón de nuestra era, nos permite a cada quien, elaborar representaciones de la realidad que nos permitan satisfacer expectativas con la única limitación de no violar ni ser indiferente a las libertades ajenas. Indudablemente no es ninguna novedad, peor aún, es una reflexión bastante tocada y pareciera que no aporta nada a favor de la construcción de una convivencia pacifica, contrario a ello, pareciera atizar vetustas querellas que amenazan sustituirlo todo. Sin embargo, podemos percibir que el poder “legitima todo”. Quienes ostentan el poder por voluntad soberana o gracias a la fuerza, casi siempre nos imponen —o pretenden hacerlo— una lectura de la realidad incuestionable y la única alternativa es someterse a ella, a riesgo de ser marginados y eliminados. Pues, la regla tácita es no considerar posible la marcha de la sociedad sino se cuenta con una lectura de la realidad, atomizadora de la acción social. Quizá sea porque no concebimos, porque no conocemos o porque no hemos hallado aún, la forma más efectiva de administrar la heterogeneidad humana al amparo de los principios democráticos.

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