sábado, 20 de febrero de 2010

LOS PROFESIONALES Y LA PARTICIPACION ELECTORAL

El 13 de junio del presente año, se realizarán las Elecciones de Consejeros del Consejo Nacional de la Magistratura por los miembros de los Colegios de Abogados y los Colegios Profesionales de todo el país. En concordancia con el artículo 155º de la CPP 1993, el CNM está integrado por 7 miembros; todos ellos, elegidos por votación secreta y renovados cada 5 años. Pero el número de sus miembros, puede ser ampliado a 9, con 2 miembros adicionales elegidos en votación secreta por el mismo Consejo, entre listas propuestas por las Instituciones representativas del Sector Laboral y del Empresarial. (Artículo 17º de su Ley Orgánica). De los siete miembros, uno es elegido por los miembros del Colegio de Abogados, y los otros dos, por los miembros de los otros colegios profesionales. (Anteriormente, con la CPP de 1979 —articulo 246º—, los miembros de este organismo, que también eran siete, eran elegidos directamente, por un periodo de tres años, y sólo estaba constituido por abogados). Según las cifras de los Censos Nacionales 2007, en el país somos cerca de dos millones de profesionales (1’858,456), que constituyen el 7% del total de la población (27’412,157). Pero la participación electoral en el anterior proceso (junio del 2005), ha sido realmente bajísima. En aquel año figuraban 175,960 profesionales en el padrón de electores hábiles. (36,178 del colegio de abogados, a nivel nacional, y 139,782 pertenecientes a los otros colegios del país). Increíblemente, tuvimos un 54 por ciento de ausentismo en ese proceso electoral. Menos de la mitad de los profesionales habilitados para sufragar (80,944) participaron en la elección de los Consejeros para el periodo 2005-2010. Y si tomamos en cuenta que el 11% (9,239) de este grupo, decidió emitir un voto nulo o blanco; entonces, sólo 71,705 profesionales de un total de 1 millón 500 mil aproximadamente (el 6% de la población total, según cifras de los Censos Nacionales 2005), mediante la emisión de un voto válido, han elegido a los tres miembros del órgano encargado de elegir a quienes, al amparo de nuestras leyes, administrarán justicia en todas las localidades del país, en aras de una sociedad de paz, democrática y civilizada. (Una de las principales funciones del CNM es la selección, nombramiento, ratificación y destitución de los jueces y fiscales de todos los niveles —a excepción de los que provienen de elección popular—. Y algo muy importante, sus decisiones son inimpugnables.). (Según los Censos Nacionales 2005, 1’490,116 de compatriotas contaba con educación superior universitaria completa. No obstante, en el padrón de electores hábiles de ese año, sólo aparecían 175,960 (11,8%), o sea, los colegiados. Asumimos, que en el otro grupo, se encuentran los egresados, los bachilleres, y los titulados no colegiados. Cifras realmente interesantes). Si consideramos que un profesional es una persona que está en la capacidad de asumir serios compromisos cívicos y de participar activamente en la elección de nuestras autoridades y representantes políticos —porque suponemos que es la forma contemporánea de contribuir directamente en la construcción de una sociedad peruana, y global, cada día más humana y racional; al observar un reducido y vergonzoso porcentaje de participación electoral en este proceso exclusivo para profesionales, es un hecho que obliga a la reflexión y al análisis de lo tan mal que está nuestra confianza en nuestros representantes y autoridades y tan grave nuestra fe en el régimen democrático, del que tanto nos enorgullecemos. Obviamente, no se ha descubierto la pólvora. Ya el PNUD en un estudio en Latinoamericana realizado en el 2004, concluía que “A pesar de los grandes avances alcanzados en el plano formal de la democracia, se está aún lejos de una democracia plena, de una democracia de ciudadanos”. Y si podemos señalar a nuestras instituciones educativas de la deficiencias observadas en nuestros estudiantes de educación básica regular, también podemos dirigir el dedo acusador y ácidamente crítico a nuestras universidades —públicas y privadas, evidentemente, aunque tengan muchas alas— de las deficiencias académicas —en todas las acepciones del término— observadas en nosotros, los profesionales. Irónicamente, para muchos millones de compatriotas, somos los más preparados y entrenados, y los más aptos para dirigir y timonear este barco, casi siempre a la deriva, llamado Perú, y mantenerlo estable y siempre hacia adelante. Nos queda esperar los resultados estadísticos de participación electoral en este proceso del 13 de junio, y comparativamente construir algunas conclusiones que esperemos, sean más positivas y saludables en beneficio de una futura sociedad peruana más participativa y empoderada, capaz de pelear unánimemente contra males tan arraigados en nuestra historia como la pobreza y extrema pobreza, la miseria, la inequidad, la discriminación, la corrupción y el abuso de autoridad, la delincuencia organizada, entre otros, no menos nocivos, por cierto, que periódicamente nos propinan golpes casi mortales, dejándonos inermes y vacilantes.

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