jueves, 24 de febrero de 2011

CALIDAD DE LA EDUCACIÓN PERUANA (II)

La “Inversión mínima por alumno que comprenda la atención de salud, alimentación y provisión de materiales educativos” es un tercer indicador. Esta labor ya es competencia de instituciones responsables de la distribución y administración de los fondos destinados a subvencionar sus actividades. Ojo, no sólo es el papel del estado. De una u otra manera, hoy en día también cumple esta labor, la empresa privada, la familia, la sociedad en su conjunto.
“Formación inicial y permanente que garantiza idoneidad de los docentes y autoridades educativas” se constituye como el cuarto indicador para medir la calidad de nuestra educación. Idoneidad, nuevamente, se nos presenta como una palabra que nos apertura un abanico de posibilidades de análisis ante la variedad de manifestaciones que puede mostrar la conducta humana. Tendríamos que señalar qué docente es idóneo y quién no lo es; al igual que a las autoridades educativas. Frente a esta disyuntiva, cuán valiosa se nos presenta la intervención de la axiología.
Un quinto indicador: “Carrera pública docente y administrativa en todos los niveles del sistema educativo, que incentive el desarrollo profesional y el buen desempeño laboral”. En los últimos años se han dado normas que regulan este proceso de consolidación de la carrera pública magisterial. Mal que bien, más tarde que temprano; está tarea está en proceso de implementación. El PRONAFCAP, en sus niveles, básico y especialización, pretende responder a este indicador.
La “Infraestructura, equipamiento, servicios y materiales educativos adecuados a las exigencias técnico-pedagógicas de cada lugar y a las que plantea el mundo contemporáneo”, es otro indicador (el sexto) que nos ayudará a cualificar a nuestra educación como un servicio de calidad prestado a la ciudadanía. Pero es una infraestructura que respondería a las particularidades de cada contexto. Es decir, que una institución educativa cuente con un laboratorio de computación, cuando ninguno de sus miembros, beneficiarios o clientes (para estar a la moda con el lenguaje del libre mercado), considera dentro de sus prioridades, integrarse a la era digital; no basta para garantizar la calidad del servicio prestado por esta institución educativa. Muchas de nuestras familias, no consideran prioritario tener una PC en casa; en casos extremos, ni siquiera consideran una necesidad básica, enviar a sus hijos e hijas a la escuela. Ni qué decir de los otros niveles académicos.
La “Investigación e innovación educativas”, es el sétimo indicador de calidad de la educación peruana. Tanto docentes como estudiantes, y todos los agentes educativos, tendrían que hacer de la investigación una labor permanente y con resultados que contribuyan a mejorar el servicio prestado a favor de una cultura de paz y de la realización de las personas, destinatarias de sus servicios pedagógicos. La sociedad democrática, es el norte; la brújula que guía toda acción educativa.
Por último, y como octavo indicador, tenemos a la “Organización institucional y relaciones humanas armoniosas que favorecen el proceso educativo”. La más simple pero a la vez, la más compleja de las labores. “Relaciones humanas armoniosas”. En una sociedad como la nuestra, heterogénea por donde se la mire, fluida y efervescente; donde las ideas, nociones, creencias y aspiraciones de sus miembros, conviven en un clima de continuos enfrentamientos e inflexibilidad; sí que resulta ser la más difícil de las labores. La más inalcanzable de las metas. En una época donde la interculturalidad y el respeto por las diferencias se erigen como los paradigmas de la convivencia humana, nos compete a todos sin excepción, contribuir hacia este logro. Desde nuestras tribunas, cumpliendo con nuestros deberes y responsabilidades.
Si de por sí, la educación, como proceso, ya constituye una complejidad que amerita y demanda la intervención interdisciplinaria para aproximarnos, siquiera, a un mayor entendimiento de su naturaleza y dinamismo; pretender medir su calidad o clasificar sus logros, se torna en una pretensión desalentadora, si subestimamos la importancia de la participación de todos y cada uno de los agentes involucrados en su complejidad. La participación, como paradigma del cambio y de la consolidación de la democracia, aparece en escena, como una técnica para mejorar nuestra calidad de vida. Una participación que se involucre en la toma de las decisiones políticas.

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