domingo, 8 de mayo de 2011

LOS ANTECEDENTES DE UNA SEGUNDA VUELTA

A menos de 30 días para la realización de la Segunda Elección Presidencial (domingo 05 de junio), cuando la pareja de candidatos han iniciado sus campañas proselitistas, presentándose en varias localidades del país, y los medios y tantos otros voceros, como personajes públicos e incluso representantes elegidos (de salida) y electos (de entrada), han emitido opinión a favor o en contra de alguna de ambas alternativas; la ciudadanía observa el espectáculo que poco a poco va montándose, ofreciendo escenas que van desde las más simples, sanas e ingenuas, hasta las más complejas, mórbidas y deliberadas.
Difícil decisión la que tendremos el 05 de junio, todos los electores habilitados para el sufragio. Después de un 10 de abril donde participamos en la emisión del voto, el 83,7% de la población electoral. 16’699,734 de ciudadanos, de los cuales, sólo el 87,7% decidió emitir un voto válido. Es decir, un voto a favor de alguno de los contendientes, aspirantes a la Presidencia de la República.
Considerando la población total de electores hábiles (19’949,915), menos de las tres cuartas partes (el 73,4%), decidió sufragar a favor de algunas de las opciones participantes. En otros términos, más de 5 millones de ciudadanos con derecho al sufragio, con su inasistencia (3’250,181), con su voto blanco (1’477,696) o con su voto nulo (574,875), manifestó estar en desacuerdo con todas las opciones políticas ofertadas. Más de 5 millones trescientos mil ciudadanos, disconformes con las alternativas políticas que prometen solucionar los innumerables problemas que padece este país desde hace casi 200 años.
Estas cifras se constituyen en razones suficientes para que las dos alternativas aún en competencia, decidan iniciar una profunda reflexión sobre el estado de ánimo de este electorado no muy encantado con las bellezas líricas de nuestra democracia representativa que necesita asentar su legitimidad en los cálculos estadísticos.
Tanto el señor Humala como la señora Fujimori, se enfrentan a la difícil tarea de conquistar la voluntad soberana, aunque solamente la entendamos a partir de las cifras porcentuales que el organismo electoral responsable dará a conocer después del cómputo de los votos. Ambos, tan sólo están empeñados en obtener el 50% más uno de los votos válidos, porque así lo define y lo manda la ley.
Sólo cuentan los votos válidamente emitidos, y asumimos (porque así está normado en nuestra legislación) que quienes integran el bloque denominado “mayoría”, decidirá al próximo Presidente o Presidenta de la República para gobernar a mayorías y minorías por un periodo de 5 años, recargados de esperanzas e incertidumbres. Una imperfección de nuestra democracia representativa, que esperamos, algún día no muy lejano, halle la fórmula mágica que ofrezca un mejor trato a las minorías.
Es un desafío para ambos participantes en la contienda electoral, porque sus votos obtenidos el domingo 10 de abril (la “primera vuelta”), relacionándolos con el total de electores hábiles (aquellos que aparecemos en la lista de electores), constituyen porcentajes reducidos. El señor Humala obtuvo el 31% de los votos válidos; porcentaje que se reduce a un 23% del total de la población electoral (menos de la cuarta parte). Lo mismo sucede con la señora Fujimori: obtuvo el 23% de los votos válidos, que representa el 17% del total de electores (menos de la quinta parte).
Es evidente que las lecturas que podemos elaborar a partir de las cifras que nos ofrece el cómputo de los votos de la primera elección presidencial, son infinitas como infinitas son nuestras intenciones e intereses, en calidad de ciudadanos y ciudadanas que después de varias décadas de experiencias en estas lides, nos acercamos más a la incertidumbre y a los dilemas, que a la fe y a las decisiones firmes.
La televisión es un campo de batalla, al igual que los otros medios de difusión masiva. Últimamente, incorporada en esta competencia, la internet y sus múltiples usos. Los mensajes van y vienen a diario, con una resonancia que no deja espacio para el respiro del aire libre, mucho menos para la reflexión calma y la meditación.
A veces, ante el incesante bombardeo de los mensajes proselitistas, se nos ocurre pensar que la intención es, no incitar a la reflexión y a la decisión lógica, sino, a las emociones y a las decisiones nubladas que de ellas se derivan. Pareciera que el electorado se enfrenta a una emboscada mediática.
Las acusaciones, insinuaciones, refritos, hasta la insania sensacionalista, juegan un papel casi decisivo en esta pelea mediática que rosa todos los extremos de la indecencia, el irrespeto y el descaro. Repetir las frases, las ironías, sentencias y declaraciones sin fundamento, que se dan en el marco de la propaganda electoral de cara a la segunda vuelta, se convierte en una tarea peor que aburrida, además que poco contribuye a fortalecer esa capacidad ciudadana y cívica que a duras penas logramos mantener vigente, después de tantas frustraciones acumuladas en la ciudadanía, y en sus instituciones.
Lo ideal y casi mágico religioso, es esperar que después de la tormenta polarizada que concluirá en la primera semana de junio, tanto ganadores como perdedores, retornen a esa sana cotidianidad de la convivencia democrática, y se integren al esfuerzo colectivo que un país en crecimiento y desarrollo como el nuestro, tanto demanda y necesita.
A la señora Fujimori y al señor Humala, les corresponde en calidad de aspirantes al más alto cargo de la representación política en nuestro país, otorgarse un tiempo para reflexionar qué tanto están contribuyendo a fortalecer esa ciudadanía nuestra que adolece de una enfermedad casi incurable: la indiferencia. La indiferencia ante un país que parece resquebrajarse hasta la desaparición total. Un país visiblemente fragmentado hasta la irracionalidad y la anomia.
Frente a ello, nos queda esperar que el 05 de junio no sea más que una fiebre pasajera, que una vez superada, nuevamente intentemos, peruanos y peruanas, aunar esfuerzos en ese objetivo de construir un nuevo país. Sin divisiones ni competencias polarizadas y polarizadoras. Tarea que compete, no sólo a los gobernantes; sino también, y fundamentalmente, a los gobernados. A todos, y a todas, sin excepción… que, después de todo, continuaremos residiendo en este país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario