lunes, 13 de junio de 2011

LA DECISIÓN DE LAS PROVINCIAS

De un universo de 15’336,255 votos válidos, menos de 500 mil votos, son los que separan a Ollanta Humala de Keiko Fujimori. Sólo 3 puntos porcentuales de diferencia. 51,5 por ciento de los votos válidos, son favorables al candidato de Gana Perú; el 48,5%, para la candidata de Fuerza 2011, según el cómputo al 100% de las actas electorales, procesadas por la ONPE.
Para algunos, quizá para muchos, en la puerta del horno se les quemó el pan a los fujimoristas. Hasta la fecha se percibe la duda sobre el involucramiento directo del ex presidente en la campaña de su hija Keiko. ¿Estuvo o no participando en las actividades proselitistas de Fuerza 2011? Es una pregunta que navegará en las infinitas latitudes de la historia de la política peruana, cargada de incertidumbres, sorpresas y golpes bajos. No obstante, Keiko Fujimori, después de haber aclarado a su contendor Ollanta Humala, en el debate en el que participaron, “Si quiere usted debatir con Alberto Fujimori, vaya a la DIROES”, decidió ir a visitar al presidente electo y desearle la mejor de las suertes en la conducción del país.
En Lima, Fuerza 2011 sacó una ventaja de cinco puntos porcentuales sobre Gana Perú (57,5 frente a 42,5%). Pero en las regiones la figura adquiere otros matices, a tal punto que la aparente victoria que pudo haberse predicho desde las cifras capitalinas, terminaron “volteando el partido”. Sólo en 5 regiones, Keiko supera a Humala. Callao, La Libertad, Lambayeque, Piura y Tumbes. En las otras regiones (19 en total), la victoria de Humala sobre Keiko está confirmada. En algunas de ellas, es abrumadora, superando el 70% de los votos válidos (Ayacucho, Huancavelica, Cusco, Puno y Tacna); mientras que en otras (Apurimac, Arequipa, Huánuco, Madre de Dios y Moquegua), Ollanta obtiene más del 60% de los votos válidos.
A partir de estas cifras, muchos analistas y articulistas, han empezado a sostener que la victoria de Ollanta se debe a la votación de los pobres. Precisamente, esta población que en algún momento de la década de los 90, apoyó a Alberto Fujimori, y que la mitad del país esperaba que volvieran a poyar a la hija y Congresista de la República, Keiko Fujimori; es la que ha definido la victoria de Ollanta Humala.
Para otros, el crimen de las esterilizaciones forzadas que se practicó a cientos de miles de mujeres en varias localidades del país, en la última década del siglo XX, fue la gota que rebasó la paciencia de miles de ciudadanos y ciudadanas, obligándolos a redefinir su voto, en los últimos días previos al 05 de junio.
Entonces, el desafío ahora ya está en manos del presidente electo. Atender y satisfacer las necesidades más apremiantes de esa gran masa de peruanos y peruanas (más del 30% de la población total) que viven en condiciones de pobreza y extrema pobreza, excluidos de los beneficios del libre mercado y a quienes el “chorreo” continua siendo una esperanza eternamente frustrada. Pensión 65, el SAMU, y otras promesas de corte asistencialista que Ollanta prometió hasta el cansancio en su actividades proselitistas, se convierten ahora en sus objetivos prioritarios si no quiere pasar a la historia como un presidente más que prometió y no cumplió.
Las preguntas “a boca de jarro” como se dice, ya fueron lanzadas a Ollanta, como por ejemplo: ¿Indultará usted al ex presidente Alberto Fujimori?, ¿Indultará a su hermano Antauro? Frente a estas preguntas no muy cómodas ni pertinentes, y que más se prestan para satisfacer curiosidades de adolescentes y otras similares, Ollanta se ha limitado a responder con una prudencia digna de imitación. En ambos casos, ha dicho, es tarea que compete al Poder Judicial; sin embargo, el indulto, aclaró Cesar San Martín, máximo representante de dicho Poder, es facultad del Presidente de la República.
Para sortear las incomodidades de tan atrevidas preguntas, Ollanta optó por manifestar que está avocado a emprender las gestiones referidas a la concreción de sus promesas políticas, o de su “plan de gobierno”, como suena más serio y pomposo. Y para demostrarlo decidió viajar fuera del país, a cumplir esa tarea, aún, en su condición de presidente electo.
Una vez despejadas las dudas sobre el cómputo de las actas electorales, a cargo de las ONPE, porque como dicen en el argot de los personeros, “la pelea es voto a voto”, muchas personalidades —incluidas nuestros políticos, aquellos que ya están a punto de jubilarse como tales—, fueron al piso 14 del Hotel Los Delfines, a saludar al virtual presidente, con gestos de caballerosidad y respeto a la investidura que oficialmente la recibirá el 28 de julio del presente año.
Entre ellos, destaca las palabras del presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, Pedro Olaechea, pronunciadas en su acto protocolar de saludo al nuevo ciudadano elegido para administrar los intereses del estado peruano, en el quinquenio 2011-2016. “no vamos a presionar al nuevo presidente”. Palabras muy necesarias después de los intentos de aterrorizar a la ciudadanía con el plan de gobierno de Gana Perú, como parte del proselitismo de la parte contendora. Horas después en una entrevista radial, enfatizó: “La elección ya acabó… ahora tenemos que pararnos ante el país, y ver cómo vamos”.
La Confiep también se hizo presente a través de un equipo de empresarios, liderados por su Presidente, Humberto Speziani. “Vamos a seguir creciendo, pero con mayor inclusión social, que es lo que el Perú merece”, manifestó Speziani, sin ocultar un rostro lleno de satisfacción, después de haber conversado con Ollanta y haber disipado algunas dudas que mantenían sobre el programa de gobierno de Gana Perú.
Los gestos de apoyo y satisfacción al nuevo presidente electo, han sido visibles y han llegado de todos lados. Pero en Puno, la región que apoyó con el 80% de los votos válidos a favor de Humala, ha reiniciado las actividades de protesta, con la toma y bloqueo de carreteras, paralizando a toda la región. Es una grave situación que el nuevo Presidente de la República, una vez asumido el mando el 28 de julio, tendrá que tomar las decisiones más sabias a fin de proponer alternativas de solución en atención a las demandas de la ciudadanía puneña.
Pero el desafío no sólo viene desde las demandas de la ciudadanía y de los gremios del país. Al interior de las filas de la agrupación política que respaldó su candidatura, también han dejado escuchar solicitudes, demandas y sugerencias para ocupar los cargos más codiciados en la estructura del estado, como son los ministerios y otros denominados “cargos de confianza”.
Ojalá, y para bienestar y tranquilidad de la ciudadanía, no se armen líos en torno a la designación de los cargos públicos que el nuevo presidente electo tendrá que decidir. De lo contrario, las esperanzas en la apertura de una nueva etapa en la convivencia democrática en el país, basadas en la equidad, la redistribución justa de la riqueza y la justicia social, se esfumarán tal y como emergieron, dejando el amargo sabor de la frustración, la mezquindad y el engaño.

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