sábado, 1 de marzo de 2014

EL MARCO TEÓRICO. UNA LECTURA CUALITATIVA




Todo proceso de investigación científica (sistemática, deliberada y guiada) tiene un punto de partida que es la observación, descripción e interpretación de una situación a la que otorgamos el carácter de “problema”. Esto es, tiene la susceptibilidad de ser transformada a fin de satisfacer determinadas necesidades de un grupo humano específico.

(Incluso, algunos autores, como Gérard Fourez, cuestionan a la observación como punto de partida de la investigación, en el sentido que para aproximarse a un objeto de estudio, está el investigador y sus esquemas previos —interpretaciones— que lo llevan a interesarse en él; en esta lógica, el punto de partida es, o son, los intereses particulares del investigador, o los intereses particulares de algún agente o colectivo que subvenciona la investigación. Rafael Ávila —2003—, en este sentido, revela que “un proyecto de investigación no es solamente un proceso de construcción de conocimientos, es también un proceso de construcción de un equipo encargado de llevarlo a buen término”).

Precisamente, esta descripción e interpretación, se sostiene en, y utiliza cualidades que consideramos propias de nuestro objeto de estudio, al cual, lo diferencian y particularizan en referencia a otros similares ubicados en otros contextos.

Estas cualidades otorgadas al objeto de estudio, nos aproximan a un conocimiento cada vez más preciso de su naturaleza, al permitirnos percibir sus manifestaciones, modificaciones y factores o elementos que intervienen en su existencia (estructura y complejidad). Así, nuestro objeto de estudio, se convierte, automáticamente, en un fenómeno medible, cualitativa o cuantitativamente, o ambas a la vez. Y si es medible, es cognoscible; y si es cognoscible, por lo tanto, es modificable.

De hecho, en el proceso de descripción e interpretación —caracterización— del objeto de estudio, se encuentran inmersos, esquemas conceptuales y teóricos, ineludibles, e incluso previos, que ameritan manifestarlos a fin de que otros agentes no necesariamente involucrados directamente en el proceso, puedan entender y conocer al objeto de estudio, y por ende, al proceso mismo de la investigación cualitativa.

Como apuntaba Thomas Kuhn (1962), Lo que ve un hombre depende tanto de lo que mira como de lo que su experiencia visual y conceptual previa lo ha preparado a ver; así también, Alonso Tobón (2001), escribió que “el proceso de conocimiento no es una simple y pasiva contemplación de la realidad, pues ésta sólo se revela como tal en la medida que poseemos instrumental teórico para aprehenderla, en otras palabras, poseemos los conceptos capaces de abordarla”. En esta lógica, Gaston Bachelard (1945) afirma que “lo que llamamos un hecho, ya es un modelo teórico de interpretación que habrá que establecer o probar”; y Gerard Fourez (1994), también sostiene que “cuando observo algo siempre tengo que describirlo. Para lo cual utilizo una serie de nociones que ya tenía antes”.

Puede sostenerse entonces, que un objeto de estudio, forma parte ya de un esquema conceptual y teórico, el que le provee de ciertas características y dimensiones, las mismas que nos facilitan su observación e identificación, comprensión y medición de sus diversas manifestaciones. En esta actividad no está exenta la mirada particular del investigador o de los investigadores, con todos sus esquemas, paradigmas, experiencias, creencias, prejuicios, temores y anhelos, que ello supone. En esta perspectiva, Q. Gibson (1964), nos recuerda que “el conocimiento empírico que podemos conseguir de los pensamientos y sentimientos de los demás depende, en una palabra, de las generalizaciones de nuestra propia experiencia”.

Al caracterizar el objeto de estudio, es decir, utilizar determinadas variables e indicadores para definirlo o delimitarlo en un espacio y tiempo determinados, estamos configurando y difundiendo el respectivo marco teórico conceptual, el mismo, que sostiene y explica su presencia. Y a partir del cual, nos vamos aproximando, conociéndolo más y más, interviniendo en su naturaleza a fin de modificarlo con propósitos y objetivos ya definidos con anterioridad, pero a la vez, susceptibles de ser adecuados —modificados— durante el proceso, hasta el punto que nos conceda una coherencia, pertinente con nuestra lógica de investigación.

Como nos recuerda Wilfredo Carr (1990), citado por Gregorio Rodríguez Gómez y otros (1999), “Los investigadores actuales son plenamente conscientes de la importancia de la teoría en la investigación y emplean una amplia gama de perspectivas teóricas para guiar la realización de su trabajo”, y Miles y Huberman (1994), señalan que “un marco conceptual describe y/o explica, ya sea gráfica o narrativamente, los principales aspectos que serán objeto de estudio en una investigación cualitativa, así como las posibles relaciones que existen entre ellos”.

El marco teórico conceptual, entonces, se convierte en, es, un elemento fundamental en todo proceso de investigación, mucho más, si es de tipo cualitativo; porque en este tipo se considera que el investigador forma parte del objeto de estudio. Observa y es observado —se observa a sí mismo—. La cultura del investigador, lo acompaña en todo momento; le es inherente, le pertenece, es él. Lo mismo que, y mucho más evidente, cuando investiga cualitativamente. Está en el objeto de estudio, y el objeto de estudio está en él. “Por medio de la teoría intentamos satisfacer nuestra necesidad humana de aportar explicaciones de nuestra existencia como individuos y como especie”, señala acertadamente, Gregorio Rodríguez Gómez y otros (1999).

Considerar que la consulta de otras experiencias referidas a nuestro objeto de estudio (antecedentes bibliográficos), la elaboración y precisión de conceptos elementales (base conceptual o definición de términos básicos) y el estudio de teorías pertinentes (base teórica); constituye lo que denominamos el marco teórico conceptual, el cual cumple la función fundamental de presentar a nuestro objeto de estudio, como un hecho comprensible y cognoscible en su totalidad; por lo tanto, modificable de acuerdo a nuestras necesidades e intereses.
En suma, elaborar el marco teórico conceptual que dé claras evidencias —no sólo al investigador o a los investigadores— de la existencia de nuestro objeto de estudio, es un paso fundamental y previo a la estructuración del plan de acciones, dentro de la metodología de la investigación-acción. 

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