Empíricamente,
relacionamos el quehacer político con el proceso de luchar por el poder político.
Es decir, aquel o aquellos que luchan por el poder político, son “políticos”. En
contraposición, y en esa lógica, quién o quienes no luchan por el poder
político, no son políticos; en otros términos, son “apolíticos”.
Si esto constituye
o no, una degradación de la acepción del término “política”, en tanto, no
concuerda exactamente con el origen del término, allá por la Grecia clásica,
relacionada con el quehacer público, la polis, la ciudad, la convivencia
social, la armonía, el equilibrio de la vida cotidiana, etc., está por verse.
Mientras tanto, la lucha
por el poder político en nuestro país, en los últimos años, está adquiriendo
matices que desbordan toda comprensión académica y científica, que pudo haber
insinuado el origen etimológico de la palabra “política”.
Entonces, podemos
reseñar el historial de la política, de la siguiente manera: en un inicio, los
hombres probos y preocupados por el devenir colectivo, ingresaban al quehacer político
por hacerse del poder y desde ahí, regular la convivencia humana; luego,
ingresaban al ruedo no solo los hombres probos, sino, hombres cuyos intereses
distaban muchísimo del bienestar social, sino, emanaban de objetivos personales
o de grupo, pero de grupos que subsisten a espaldas de la ley; y por último,
hoy en día, podemos percibir que ingresan al quehacer político para hacerse del
poder, ya no, hombres probos, ni solamente hombres que viven de espaldas a la ley,
sino, delincuentes netos y asesinos.
No hay otra manera
de explicar las amenazas y asesinatos a candidatos por parte de rivales “políticos”.
Amenazas de muerte que son casi el pan de cada día, “guerra sucia” que está jaqueando
al estado de derecho en tanto no prometen nada que no sea una disminución,
sino, van en aumento.
Por lo tanto, está
emergiendo un temor al quehacer político, un temor a los procesos electorales,
un temor a pretender intervenir, en tanto es un legítimo derecho ciudadano, en
la regulación de la vida colectiva de mi localidad, región o país; un temor a
los candidatos, un temor a difundir mi opción electoral, etc.
Por ahora, las agresiones son entre candidatos; ¿y si imaginamos llegar
el día donde las agresiones, amenazas y muerte son contra los electores? Podemos
hasta imaginar el día en el cual cada elector tendrá que evidenciar el voto que
marcó en la cámara secreta mediante una fotografía digital, por ejemplo, para salvaguardar
su integridad o su vida. ¿Qué será de nosotros?
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