lunes, 12 de enero de 2015

EL DOGMA MATA



Podemos ver que los seres humanos somos seres de creencias. Creencias que alimentamos permanentemente, y de una u otra manera, intencionalmente o no, las difundimos siempre. Peleamos por ellas, nos irritamos si las agreden o las contradicen. Son creencias de infinitos matices: dinero, dios, libertad, mentira, infidelidad, igualdad, vida, muerte, mentira, verdad, justicia, democracia, trabajo, robo, estafa, y otras más, hasta el infinito. Creencias que inevitablemente se traducen en acciones.

Pero no son permanentes. Varían con el tiempo y al ritmo de las circunstancias, la edad o los amigos, las oportunidades o nuestros intereses. Conformamos, por supuesto, un grupo de humanos distintos, diametralmente distintos, y hasta con intereses encontrados e irreconciliables. A pesar de estas obvias diferencias, nos hemos permitido inventar un contrato social basado en la igualdad ante la ley y la tolerancia recíproca, al que llamamos “democracia”.

Suponemos que la libertad es la base de dicha idea, de dicha criatura que está muy lejos, bastante lejos, de haber sido creada a nuestra imagen y semejanza. Nos hemos permitido, incluso, de crear otras criaturas a las que llamamos “instituciones” dedicadas a prestarle auxilio en el duro trajinar de construir y reconstruir una sociedad humanamente vivible. Pero es nuestra creencia, de un porcentaje, el mayor porcentaje a decir de muchos, de la población mundial.

Porque no todos creen en ella. Para muchos, incluso para algunos de nosotros, en nuestro país para ser más exactos, ¿cuántos están en condiciones de decir “Gracias democracia”? Creemos, además, que nuestra sociedad y nuestro estado son laicos; hemos aprobado una ley que promueve y defiende la tolerancia religiosa, por ejemplo. Pero en nuestras instituciones educativas se imparte una asignatura llamada “religión”; pero no trata de religión, ni siquiera de cristianismo, sino, de catolicismo. Y el catolicismo, no sé exactamente cómo ni desde cuándo, en nuestro país, tiene el monopolio de la fe, por decirlo de alguna manera.

(Si ahora no matan para continuar expandiéndose, es porque ya tuvieron su época de matanzas y genocidio a ultranza, tanto en Europa como en América: las cruzadas y la extirpación de idolatrías, respectivamente).

El punto es que nuestras creencias matan cuando se trastocan en dogmas. Y ello puede suceder en cualquier país del mundo, por más altamente industrializado o desarrollado que esté. Lo sucedido hace poco en Francia, es una muestra de ello (el atentado contra el semanario Charlie Hebdo, el 07 de enero de 2015). Francia, la cuna de la libertad política actual, la cuna de la democracia. Fue en este país que el 8 de noviembre de 1793, Madame Roland, pronunció antes de ser guillotinada: “Oh, Liberté!: combien de crimes sont commises dans ton nom!” (“¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”). El dogma, mata.
 

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